Trauma psicológico por el miedo a la guerra

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Trauma psicológico por el miedo a la guerra

La actualidad nos ha presentado en los últimos meses un escenario al que no estábamos acostumbrados. La guerra en Ucrania reabre una herida a la que Europa no se ha enfrentado de forma directa desde la Segunda Guerra Mundial y eso trae consecuencias.

Se habla mucho de la repercusión directa a nivel económico y social, pero se habla muy poco del aspecto psicológico que este conflicto puede tener en la población general y de las heridas que puede reabrir.

La guerra provoca secuelas psicológicas, tanto de forma directa si afecta a una persona que se ve inmersa en este escenario, como indirecta, cuando no se vive esta experiencia pero se escucha información o datos acerca de ella. Este tipo de daños no pueden pasar desapercibidos y es aquí donde la prevención puede jugar un papel destacado.

Ahora bien, si el conflicto se encuentra a miles de kilómetros ¿puede realmente afectarnos a nivel psicológico? La respuesta es sí, pero teniendo en cuenta que la vivencia de esta guerra será diferente en cada caso particular en función de múltiples variables, nuestra implicación, nuestras vivencias previas, la repercusión que ésta tenga en nuestro día a día, entre otras muchas.

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Historia del trauma de guerra

El trauma de guerra o neurosis de guerra fue el término acuñado en la Primera Guerra Mundial cuando se empezó a observarse en los soldados una sintomatología similar a lo que hoy denominamos Trastorno del estrés agudo o Trastorno del Estrés Postraumático (TEPT).

La diferencia entre ambos es la duración de los síntomas, en el primer caso la duración es inferior a un mes, en el segundo se extiende más allá de este término.

El TEPT corresponde a un cuadro de síntomas que se desarrolla tras la experiencia o la presencia directa de un suceso traumático, el conocimiento de que el suceso traumático le ha ocurrido a alguien cercano, como un familiar, o la exposición a detalles del suceso.

En el caso de una guerra hablaríamos de la exposición a la muerte, lesiones graves o violencia sexual. Los síntomas más frecuentes son imágenes recurrentes del suceso, sueños, sensación de irrealidad o de no ser uno mismo, evitación del suceso o todo lo que recuerde a él, alteraciones severas en el estado de ánimo y comportamientos reactivos (ira, comportamiento autodestructivo) o de alerta (sobresalto, hipervigilancia, problemas de concentración).

Cuando hablamos del TEPT nos referimos a la secuela directa que puede aparecer en algunas personas que están presenciado el conflicto o huyen de él.

También lo pueden padecer personas íntimamente relacionadas con otras que presencian el conflicto o bien personal que trabaja en algunas labores de atención directa, por ejemplo, el personal que se dedica al rescate de personas.

¿Cómo afecta a la población europea y española?

Un conflicto a casi cuatro mil kilómetros de distancia puede afectar a la población española y a la europea y lo hace, no sólo por la sobrecarga emocional que produce la exposición continua a imágenes y datos sobre la guerra, sino también por las heridas que reabre en una parte de la población que ha sido testigo de la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Civil española cuyas heridas no han sanado todavía.

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Las guerras se han acabado en muchos casos silenciando heridas y, como consecuencia, muchas de las secuelas psicológicas que han acarreado se han convertido en un tabú.

Otra guerra en Europa despierta viejos traumas y puede traerlos al presente en gran parte de la población del continente, sobre todo en la que ha alcanzado más edad.

Esto provocaría una vuelta a los recuerdos angustiosos vividos, miedos, dificultades para conciliar el sueño, hipervigilancia, entre otras muchas consecuencias.

Existe otro tipo de trauma psicológico por miedo a la guerra del que no se suele hablar demasiado, es aquel que afecta a las personas involucradas en el cuidado de otras, se trata del llamado trauma vicario, al que podrían verse expuestos personas que trabajan en el conflicto de forma indirecta como cuerpos de seguridad, voluntariado, personal socio-sanitario o personal de atención telefónica.

El trauma vicario se produce por el desgaste emocional que supone la sobreexposición al malestar de otras personas y provoca que el sufrimiento ajeno se convierta en propio. Esta sobrecarga emocional puede manifestarse en fatiga, dificultades para gestionar el estado de ánimo y problemas físicos, entre otros.

 

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Si la relación con el conflicto es indirecta y solo se produce, por ejemplo, a través de las noticias que se escuchan en los medios, es posible que también se experimenten algunos cambios en el día a día y que  éstos lleguen a suponer una molestia.

La sobreexposición a noticias e imágenes del suceso hace que se genere en la población general una sensación de angustia, miedo y desprotección, lo que podría aumentar los trastornos psicológicos. Cabe añadir que las consecuencias económicas también contribuyen a agudizar también algunos de los síntomas ya mencionados.

Una mirada hacia la infancia en los raumas psicológico por una guerra

Al hablar de las consecuencias de un conflicto muchas veces descuidamos la parte de la población más vulnerable: la infancia.

La guerra sitúa un escenario para la población infantil desolador, ya que lo que más necesitan, la seguridad, desaparece y da paso a un escenario de miedo y desconfianza.

Tanto si la vivencia del conflicto es directa como indirecta los encargados de proporcionar seguridad a los menores son los adultos responsables de los mismos.

 

Es habitual que los niños y niñas que presencian el conflicto sufran reacciones de agitación, miedo, irritabilidad (rabietas, problemas de comportamiento), pesadillas, sentimientos de culpa o desesperanza.

Sin embargo, estas reacciones también pueden ser habituales en aquellos niños y niñas que vivan alejados del conflicto, pero se vean expuestos a información continua sobre la guerra y a la reacción de los adultos preocupados por el tema.

¿Qué puedo hacer?

El primer paso es la prevención y para ello es necesario en primer lugar escucharse a uno mismo y contestar con sinceridad a la pregunta “¿cómo me encuentro frente a este escenario?”

Si se vive de forma directa este conflicto y se empiezan a experimentar algunos de los síntomas ya mencionados, que pudieran coincidir con el Trastorno del estrés agudo o el Trastorno por estrés-postraumático lo más conveniente sería ponerse en manos de un profesional que pudiera indicar un tratamiento.

Asimismo, en el caso de personas que, debido a este conflicto, hayan reabierto algunas heridas del pasado, sería adecuado acudir a un profesional que les ofreciera apoyo psicológico.

Si se trabaja en profesiones de cuidado relacionadas con el conflicto es importante estar atento a los síntomas que se presentan en el trauma vicario y prevenir los mismos. Para ello, es fundamental el autocuidado, priorizando el bienestar y los descansos.

Las personas que se ven expuestas al conflicto de forma indirecta y solo reciben información de éste a través de los medios también se pueden ver afectadas y es fundamental que estén atentas a cómo van reaccionando. Estar informado de lo que ocurre es necesario, pero no sobrecargarse de información hasta el punto de causar un aumento del miedo o la ansiedad que dificulten su desempeño en el día a día.

Es importante que cuiden de su bienestar, ateniendo a sus necesidades individuales.

 

 

Si se está al cuidado de un menor de edad y se vive el conflicto de forma indirecta, es importante que, independientemente de la edad del niño o niña, se le pueda ofrecer una información adecuada acorde a su edad y, sobre todo, mostrarse dispuesto a responder a sus preguntas en cualquier momento.

Es fundamental no sobreexponer a los menores, ni presentarles imágenes o datos sobre la guerra. La información que se les ofrezca deberá estar orientada a su edad, evitando ideas erróneas y catastrofistas para que entiendan aquellos que les preocupa y puedan plantear todas sus dudas con la seguridad de que serán atenidos.

Mostrar en la medida de lo posible tranquilidad, no hacer de la guerra un tabú y preguntarles a los pequeños sobre sus dudas y preocupaciones son algunas de las recomendaciones dirigidas a los adultos en este tipo de situaciones.

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Autora: Laura Rodríguez

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