Psicoanálisis: primera tópica del aparato psíquico

Psicoanálisis. Primera tópica: consciente, preconsciente e inconsciente
El aparato psíquico es el nombre que utilizó Sigmund Freud para denominar a la mente humana. En una de sus teorías para describirla, El psicoanálisis alude a los lugares en los que ocurren los diferentes procesos psíquicos y habla de cómo la mente se organiza y se divide en distintos sistemas interconectados entre sí, cada uno con características y funciones específicas.
Tópico viene del griego topos que significa “lugar”, no obstante, el psicoanálisis no se refiere con su teoría a lugares físicos específicos sino más bien a instancias o partes de nuestra psique.

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La primera tópica del psicoanálisis, habla de tres niveles: Consciente, Preconsciente e Inconsciente.
En el nivel consciente se encuentran todos los pensamientos, emociones y acciones directamente relacionadas con la realidad: es el sistema más accesible para nosotros, mediante el cual nos relacionamos con los estímulos externos o internos a través de los sentidos. Este sistema está relacionado con la memoria a corto plazo y representa nuestra percepción en el momento presente, tanto de nosotros como del entorno.
Sin embargo, la percepción es subjetiva y diferente para cada persona, lo que explica que no solo percibimos a través del sistema consciente, sino que el sistema preconsciente e inconsciente también están involucrados en este proceso y es por eso que a veces la realidad puede verse distorsionada.
Para el psicoanálisis Freudiano, el nivel preconsciente es el que se encuentra entre el inconsciente y el consciente. Representa a todos los sentimientos, pensamientos, fantasías, etc. que no se encuentran en la consciencia pero que fácilmente se pueden hacer presentes. Es el caso de recuerdos que teníamos olvidados, pero de los que nos acordamos solo cuando alguien nos habla de ello o a lo que nos referimos cuando utilizamos la expresión “lo tengo en la punta de la lengua”.
El sistema inconsciente es el nivel menos accesible de la consciencia. En él se encuentran todos los sentimientos, vivencias, deseos, etc. que suponen un conflicto para nosotros y que están reprimidos. Esto es así debido a que la intensidad y el contenido de los mismos está asociado a emociones displacenteras y sufrimiento y por tanto los alejamos de la consciencia como mecanismo de defensa. A pesar de que lo que se encuentra en el inconsciente no es fácilmente accesible y está oculto para nuestra consciencia, nos influye notablemente y se manifiesta en forma de síntomas, sueños o actos fallidos, entre otros.
Para hablar sobre el psicoanálisis, Freud hacía alusión a un iceberg en el cual la punta saliente sobre el nivel del mar representa la parte consciente, la franja ya sumergida pero más superficial se corresponde con el nivel preconsciente y el resto del iceberg, es decir, la parte más profunda, es equivalente al inconsciente.
En cuanto a las características de estos sistemas psicoanalíticos, tanto el nivel consciente como el preconsciente respetan las leyes lógicas y cronológicas de la temporalidad. Esto significa que están ajustadas a la realidad y al momento presente. Sin embargo, el inconsciente es atemporal por lo que se pueden confundir emociones de la infancia en la edad adulta o se puede soñar que se está en pleno invierno y mezclarlo con sensaciones o acciones puramente veraniegas.
Otra característica común entre los primeros dos niveles de conciencia, según el psicoanálisis, es el principio de realidad, por lo que estos sistemas nos permiten tanto adaptarnos a las circunstancias como postergar nuestro deseo si este no se puede satisfacer en el momento. Por el contrario, el inconsciente no tiene esta capacidad, sino que busca satisfacer su placer y deseo sin capacidad de espera y control ya que en este caso predomina el principio de placer.

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Otra diferencia entre los sistemas que describe Freud, en el desarrollo del psicoanálsis, se refiere a la lógica de realidad. Mientras que el nivel consciente y preconsciente están prescritos a los códigos de lenguaje y los contenidos tienen significado literal y no oculto, el inconsciente no sigue ningún orden lógico, es incoherente y caótico y por tanto tiene significados que van más allá de lo evidente y literal.
El contenido de estas tres instancias es dinámico y por tanto se mueve y va pasando por los diferentes niveles. El objetivo en las terapias psicoanalíticas es hacer consciente lo inconsciente.
Psicoanálisis: de la primera a la segunda tópica
La revolución llevada a cabo por Freud y el psicoanálisis es bastante simple: la teoría psicoanalítica consiste en desintegrar al sujeto humano, modificar la concepción que tanto Descartes entonces Kant habían elaborado como sujeto dotado de una facultad de representación, es decir, la conciencia.
La conciencia en la filosofía clásica era una y única, de un solo bloque, algo monolítico. Es Freud quien se encarga de desgranarla al desarrollar el psicoanálsis, desarrollando dos teorías del inconsciente: en la primera tópica, se dividió en tres partes (consciente, preconsciente, inconsciente) pero Freud comprendió rápidamente los límites de esta concepción.
Para ello, en la segunda tópica (1923) creó una segunda “topografía”, construida sobre el tríptico ello, yo y superyó. Es este segundo tema el que marca más profundamente la ruptura con la filosofía clásica. De hecho, el psicoanálisis Freud define tres instancias presentes en el hombre, que rigen su comportamiento, tanto consciente como inconsciente.
El ello, polo pulsional
Al ello, según el psicoanálsis, se le atribuye la característica de “gran reservorio” de la líbido, de las energías pulsionales y del deseo. Es descrito por Freud como un caos. Según él, el ello se encuentra en conflicto con las otras dos instancias (yo y superyó) que describiremos a continuación: persigue su afán de expresar esa energía y promover la descarga de la misma.
El ello designa la parte más inconsciente del hombre, es el depósito de los instintos humanos, el receptáculo de los deseos reprimidos y no reconocidos en las profundidades, según la teoría psicoanalítica.
Estas necesidades pulsionales necesitan ser canalizadas, en particular a través de la sublimación (que consiste en realizar un deseo instintivo de forma indirecta). El ejemplo que da el psicoanálsis de Freud, es el artista sublimando sus impulsos a través del arte.
Psicoanálsis: El yo, mediador
El yo designa la parte de la personalidad que asegura las funciones conscientes. Según el psicoanálisis Freudiano, el yo es la parte defensiva de nuestra personalidad. Trata, gracias a un rol de mediador, de responder a los intereses respectivos del ello y del superyó.
El yo es descrito como una pobre criatura que debe obedecer a tres amos: al mundo exterior, al ello o polo pulsional y al superyó, el juez. El yo asegura la estabilidad del sujeto, impidiendo que libere sus impulsos en el día a día mediando entre las demandas del ello y las exigencias del superyó.

Teoría Psicoanalítica: el superyó, la ley
El superyó, en el psicoanálisis de Freud representa una interiorización de las prohibiciones parentales, un poder de interdicción que el yo está obligado a tener en cuenta. De hecho, durante la infancia, el ser humano sufre una larga dependencia expresada por el superyó.
El superyó es esa voz en nosotros que dice “no debemos”, una especie de ley moral que actúa sobre nosotros sin comprender su origen, pero que guarda una fuerte relación con los valores de la(s) cultura(s) y subcultura(s) en la que estemos inmersos y en la que nos hayamos desarrollado.
De forma simplificada, el superyó es aquella voz que nos dice lo que está mal y que nos empuja a acercarnos al ideal de aquello que está bien y es correcto.
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Autores del psicoanálisis: María Rodríguez y Alvaro Narvaiza