Por qué es importante el vínculo de apego

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Teoría del apego: porque es importante el vínculo de apego

Qué es la teoría del apego

Antes de comentar por qué el tipo de apego que creamos de niños nos marca en nuestra adolescencia y adultez, creo que es importante que entendamos bien dos cuestiones: ¿Qué es la teoría del apego? y ¿qué tipos de apego podemos tener?

La teoría del apego hace referencia a la necesidad de proximidad y de conexión emocional que tienen los niños con sus figuras paternas o sus cuidadores principales, y se establece en los primeros años de vida.

Según el apego que tengamos, desarrollaremos un estilo relacional determinado con los demás, a esto se le denomina relaciones vinculares, es decir, podemos modular estas relaciones y cambiar nuestro patrón vincular con los demás.

En la primera infancia (desde el embarazo hasta los 7 años), el niño depende de los padres por completo y son su única fuente de supervivencia. Por ello, tienen una función muy importante, ser su fuente de regulación emocional. Realizan la acción a través del vínculo creado con ellos.

Vínculo de apego

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Los niños buscan en estos cuidadores principales una base de apego segura sobre la que poder explorar el mundo (fase de exploración), esto se traduce en que se les supervise y proteja desde cierta distancia. Cuando este esquema no funciona, se da la sobreprotección. También, necesitan un refugio seguro al que volver cuando sienten miedo, donde sientan protección y calma (fase de apego). En los casos donde los padres no son capaces de establecer este vínculo seguro con sus hijos y de regulación emocional, comienzan los problemas.

Si somos conscientes sobre qué características son esperables dentro de esta etapa evolutiva, será más fácil detectar a tiempo posibles problemáticas en el futuro.

Una vez expuestos estos conceptos, vamos a retomar la segunda pregunta inicial que planteaba.

Teoría del apego: diferentes tipos de apego en la infancia

¿Qué tipos de apego podemos tener? 

Hay 3 grupos y dentro de uno de ellos, hay dos subtipos:

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En el primer caso, el niño realiza la fase de exploración y de apego adecuadamente, por lo que crea un apego seguro con sus figuras cuidadoras.

En los siguientes casos se produce una ruptura vincular en alguna o ambas fases del ciclo.

En el segundo caso, el niño en la fase de exploración (base segura) ha fallado en los casos en los que alguno, o ambos progenitores, han sobreprotegido a los niños, limitando su capacidad para explorar el mundo e ir adquiriendo independencia. También se da en casos donde los padres transmiten el mundo como una amenaza. En estos pasos, estaríamos hablando de que el niño desarrolla un apego inseguro ansioso.

En el tercer caso, hablamos de niños que una vez que han realizado la fase exploratoria, acuden a los padres como refugio seguro. El quiebre emocional aparece en el momento en el que los padres no saben proteger al hijo o ayudarles a regular sus propias emociones. Se puede dar en situaciones donde eviten el contacto emocional. Es así, como el niño desarrollaría un apego inseguro evitativo.

 

Por último, hay casos donde pueden fallar ambas partes: el refugio y la base segura, estaríamos hablando de aquellas familias donde hay malos tratos, abuso sexual o cualquier tipo de violencia. En estos casos, los niños buscan una proximidad emocional con los padres, pero estos a la vez representan amenaza para ellos, por lo que se activan circuitos que aparentemente son opuestos: el del apego y la defensa al mismo tiempo. Por lo tanto, se crearía un apego de tipo desorganizado.

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Problemas en los vínculos de apego

Ahora nos plantearíamos una tercera pregunta fundamental, ¿qué puede ocurrir cuándo se producen las rupturas vinculares?

Cuando se produce una ruptura vincular desencadena en los niños y adolescentes un grado de ansiedad y angustia insoportable ante la falta de control en la relación con los padres. Por ello, desarrollaran diferentes estrategias para poder volver a una homeostasis emocional.

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Según Manuel Hernández Pacheco, otra forma que pueden tener los niños y adolescentes para recuperar el equilibrio desarrollando patrones de personalidad definidos para poder tolerar esta incertidumbre y emociones:

  • Personalidad cuidadora: surge cuando los niños aprenden a que sus necesidades no son lo suficientemente importante en el vínculo con sus cuidadores, por lo que lo generaliza a la relación con los demás. Intenta adaptar su comportamiento a lo que cree que los demás esperan de él, a través del cuidado de los demás, sobre todo de los padres. Estos niños que intentan agradar y satisfacer las necesidades de los demás, desarrollan mucho enfado interior, pero no lo expresarán por miedo al rechazo. Puede acabar derivando en trastornos de ansiedad o de personalidad.

  • Personalidad perfeccionista: los niños llegan a pensar que si son perfectos los querrán y todo irá bien. Cada vez se van esforzando más, pero no cambia nada, y no llegan a estar satisfechos, por ello, seguirán intentándolo, porque nunca es suficiente. Se convierte en una búsqueda patológica de perfección, que acabará formando parte de su personalidad. Pueden desarrollar un trastorno de la personalidad.
  • Personalidad narcisista: en este caso los niños desarrollan un carácter poco empático donde sus necesidades se anteponen a las de cualquier otra persona, y puede surgir de varias formas: De forma primaria: se ha dado un exceso de halago narcisista por parte de los padres al niño. Estos padres suelen ser personas con muchos rasgos narcisistas y se sienten excepcionales a través de que sus hijos lo sean.De forma secundaria: se origina por un intento de compensación traumática. Se convierte en una estrategia para compensar un sentimiento de inferioridad. Podría derivar en un trastorno narcisista de la personalidad.
  • Personalidad indolente: niños que temen el sentimiento de fracaso, por lo que evitan cualquier situación que pueda implicarlo. Acaban culpabilizando a los demás de todo lo que no funciona sin intención de hacer ningún esfuerzo por cambiar algo. Podría considerarse algo natural en su etapa evolutiva, pero si perdura, se podría considerar una conducta patológica.

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En conclusión, es fundamental el estilo apego que desarrollamos de pequeños a la hora de relacionarnos de una determinada manera en la edad adulta, pero esto no nos define para siempre, podemos modificar nuestras relaciones vinculares, pero para ello tenemos que tomar conciencia e identificar esos patrones relacionales que nos caracterizan y evaluar cómo nos está afectando en nuestra vida. Además, el apego es la base de una compleja estructura que se va a ver influenciada por otros factores que interaccionan entre sí.

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Autora: Carolina Lejarraga Fernandez

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