Qué es la vergüenza y cómo podemos afrontarla

Cómo podemos entender la vergüenza y podemos hacer frente a lo que nos avergüenza

 

¿POR QUÉ SENTIMOS VERGÜENZA Y CÓMO ALIARNOS CON ELLA? 

 

La vergüenza es una emoción muy compleja y como emoción se coloca junto a la culpa dentro de las emociones sociales, solo que la culpa tiene más que ver con el “hacer” y la vergüenza con el “ser”.  

Se la puede definir como un sentimiento que surge de una evaluación negativa del yo, de pérdida de dignidad por una falta cometida por uno mismo. Miedo a ser mal visto o mal mirado. Cuando sentimos vergüenza podemos sentirnos humillados, inseguros, indignos, no valorados, criticados, incompletos, defectuosos… y por eso queremos desaparecer. Miramos al suelo, nos tiembla la voz, y podemos sonrojarnos, algo que genera aún más incomodidad.

La vergüenza es un sentimiento de vulnerabilidad que hace que nos sintamos expuestos ante los otros, nuestro verdadero yo más oculto, lo que nos hace sentir vulnerables queda al descubierto. Algo de tu vida privada, un sentimiento, una falta, se ha hecho público y esto nos hace sentirnos incómodos, débiles y ridículos… Es como si nos hubiéramos quedado desnudos delante de la gente.

No hay un único motivo para sentir vergüenza, cada persona tiene sus propios motivos individuales, lo que sí es común en la mayoría de nosotros es sentirla, aunque en muchas ocasiones nos cueste identificarla. Podemos sentirla al cometer errores, por un algún rasgo físico, por sentirnos sucios, inadecuados, necesitados, vacíos, débiles, dependientes, rabiosos, por sentirnos decepcionantes, tímidos, miedosos, ineptos, malos… En muchas ocasiones, lo que nos avergüenza también pueden ser características muy valiosas que hemos tenido que reprimir debido al entorno en el que hemos crecido como son mostrar el amor, el cariño, ser válidos en algo, el humor, la alegría…

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La vergüenza se va configurando a lo largo de nuestra historia, sobre todo en la relación con nuestras figuras principales y en nuestros primeros años de vida, aunque no deja nunca de reescribirse, ante características nuestras en las que hemos sido corregidos, criticados, humillados, atacados, heridos, controlados, en definitiva avergonzados o por haber crecido con padres que han sido muy vergonzosos que no nos han ayudado a expresarnos. Todo esto hace que aquello que tan sólo nos pasaba o eran características nuestras, se conviertan en algo que esconder, en algo de lo que avergonzarnos.

Y no es necesario estar con otros para sentirla, ya que lo que realmente hemos interiorizado es un juicio sobre nosotros mismos.  Nos resulta embarazoso ser quienes creemos ser.

Y quiénes somos… No hay un yo que nos defina con categorías estancas, soy esto o aquello… Esto es lo que nos han hecho creer y realmente nuestro yo es dinámico, se construye en relación con los otros y va a depender de las experiencias y relaciones vividas. El vernos como algo dinámico nos abre la posibilidad de cambio, de adaptarnos al medio para resolver nuestros problemas y conflictos.

La vergüenza es el miedo al rechazo a una parte muy profunda nuestra. Y una vergüenza muy desadaptada puede llegar a desconectarnos de las relaciones con los demás.

Como vemos, si hemos sido rechazados por algo vamos a crecer con el miedo a mostrarlo por volver a vivir ese rechazo tan doloroso. Y para tapar aquello de lo que nos sentimos indignos y que ha quedado “sin resolver” – “sin expresar” utilizamos una gran cantidad de estrategias y mecanismos de supervivencia, como aislarnos, paralizarnos, bloquearnos, silenciarnos, escondernos, enfadarnos, llorar, victimizarnos, criticar al otro para no centrarnos en lo que nos avergüenza, tratando de controlar todas las situaciones, usar el humor, complacer, adular, anticiparnos a las necesidades de los demás, evitar conflictos, buscar conflictos, tender al perfeccionismo, negarla, ocultar, colocarnos por encima de los demás, corrigiendo a los demás, ayudando, salvando… 

Hay multitud de estrategias para escapar o evitar la vergüenza al igual que multitud de motivos por los que sentirla.

El circuito sería el siguiente: 

“Tienes miedo a que te hagan daño y eres tú quien se hace daño con tanto miedo”

Llegados a este punto, seguro que piensas que la vergüenza es una emoción que mejor que no esté, pero al igual que el resto de emociones cumple su función por muy incómoda que nos resulte, nos permite ser conscientes de nuestras limitaciones, nos permite sobrevivir, promueve humildad, y nos mantiene equilibrados. 

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¿CÓMO ENTENDER Y HACER FRENTE A LO QUE NOS AVERGÜENZA? 

Partimos de que la vergüenza siempre va a estar ahí, no es ni buena ni mala, lo importante es lo que hacemos con ella. Aceptarla y entenderla es fundamental para superarla. 

El camino para superarla sería pasar de ocultar nuestras características a cambiar la creencia, los pensamientos negativos que tenemos sobre ellas, sobre lo que somos. Esto es un largo camino que recorrer, se tarda en realizarlo, pero no es imposible, lo que sí complejo y para poder recorrerlo necesitamos contar con personas cerca que tengan unas buenas características (comprensivas, cariñosas, honestas, que nos aporte seguridad, confianza, sostén, calma, escucha, alivio, que sea paciente, que no nos critique ni avergüence más, empáticas, respetuosas, que sepan recogernos con nuestra vulnerabilidad… en definitiva poder contar con APOYOS SEGUROS que nos permitan expresarla, mostrarla y desde ahí poder tomar conciencia, hacer nuevas configuraciones e ir haciendo y creciendo en el cambio.

La ayuda psicológica, un vínculo terapéutico seguro puede ser un buen recurso y espacio donde poder expresarnos sin juicio y sin miedo, donde sentirnos comprendidos y desarrollar nuestro proceso de cambio. 

En definitiva, lo que repara la vergüenza es el perdón a aquellos que nos avergonzaron e hicieron este daño y sobre todo el perdón a nosotros mismos, a nuestro juez interno. Deshacernos de este juez que tanto nos pide que nos escondamos.

Sería como reescribir lo que nos hemos estado contando durante tanto tiempo, convertirnos en narradores dinámicos y activos de nuestra propia historia. 

Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores”. E. Galeano.

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Autora: Cristina Pineda

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