8 PASOS PARA SER EMOCIONALMENTE MÁS FUERTE

8 pasos para ser emocionalmente más fuerte

Qué es ser fuerte emocionalmente

Cuando hablo de ser más fuertes emocionalmente, no estoy hablando de perdernos en la brutalidad, en ser frías o sobre no sentir absolutamente nada. No, el objetivo no es anular ni negar ninguna emoción por desagradable que esta nos parezca, ni tampoco es no sentir dolor.

La vida será a veces maravillosa y otras será muy dura y, por eso, el objetivo es entrenar nuestra fortaleza interior y luego aplicarla al mundo emocional. De esta forma nos convertiremos en personas más conscientes, fuertes y comprensivas ante los retos de la vida.

Pasos para convertirte en una persona emocionalmente más estable y fuerte

Vamos a por los 8 pasos para ser una persona emocionalmente fuerte:

Sé consciente de tu mundo interno:

Conocer cómo funciona la relación entre tu cuerpo, tu mundo emocional y tus pensamientos, así como poder “observarlos” sin dejar que te inunden, es fundamental para poder entenderte y tolerar las emociones en lugar de huir de ellas, especialmente las desagradables o displacenteras. Mi recomendación para conseguirlo es practiques la meditación consciente o mindfulness. ¿Cómo se hace? Al final del texto te propongo un ejercicio genérico y relativamente sencillo que usamos en nuestros talleres de mindfulness.

Acepta cualquier emoción y sensación que surja dentro de ti

Como ya habrás observado este punto está muy relacionado con el anterior. Las emociones que nos producen sufrimiento no nos gustan, no sabemos qué hacer con ellas, así que tendemos a huir, refugiarnos en miles de tareas para no conectar con el sufrimiento, o dejarnos inundar por ellas y que nos dominen.

La paradoja es que, cuanto más queremos huir, más fuerte aparecen los síntomas. Para liberarnos de esto debemos aprender a no juzgar las emociones y a “vivir el dolor” de la vida, aceptarlo y crecer con él. Recuerda: Ninguna emoción es ni buena ni mala, solo nos dan mensajes diferentes de qué cosas hay en la vida que debemos cambiar o, al menos, “darle una vuelta”. Por eso la próxima vez que pase algo, siéntate e intenta observar qué te quiere decir tu síntoma, de dónde puede surgir y qué necesidad está poniendo frente a ti. No huir de las emociones es empezar a cuidarnos.

 

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Conoce tus heridas

A veces el sufrimiento y las emociones (especialmente los síntomas de ansiedad, miedo y tristeza) surgen sin saber de dónde vienen ni por qué. Es probable que entonces tengamos que observar nuestras heridas del pasado para conseguir sanarlas. Cuando éramos niños necesitábamos cosas que, en ocasiones, nuestros adultos cuidadores no pudieron o supieron darnos, otros problemas surgieron con nuestros iguales, etc.

Aprender qué nos faltó y dárnoslo en el momento presente es un buen ejercicio para sanar a nuestro niño herido, ese que vive en nuestro interior y que está pidiendo a voces que dejemos de ignorarle y empecemos a cuidarle. Otros ejercicios es practicar un lenguaje más cariñoso con nosotros mismos, escribir una carta a nuestro yo del pasado, hacer actividades que nos fueron negadas, practicar derechos que nos dijeron que no teníamos y que necesitamos, etc. La idea es que el adulto que somos cuide al niño que sufre.

Practica el autocuidado

Vivimos en una sociedad altamente demandante, estresada, rápida y sobreestimulada. Parar, conectar con nuestro interior y desconectar del exterior, dejar de ser tan exigentes con nosotros y los demás, practicar “la amistad” y “la familia” a veces tan olvidados por el trabajo, saber decir no, dormir, hacer deporte por placer… Estas son algunas ideas de ese tan necesitado autocuidado. Y recuerda, te mereces cuidarte, no porque trabajes y te esfuerces mucho, sino porque eres una persona maravillosa.

Entiende la vida como un cambio constante

Los budistas hablan del desapego como la aceptación del cambio constante de las cosas, de no pretender que algo que es dinámico se vuelva estático. El desapego no es dejar de querer a quienes nos rodean, al contrario, es cuidar a los demás y a nosotros mismos pero aceptando que las cosas no van a permanecer inmutables, que la vida es un proceso de cambio y debemos saber fluir con ella. Lo contrario es aferrarse al sufrimiento.

Observa las cosas que te pasan como retos a conseguir

La vida te va a poner obstáculos, de ti depende observarlos como retos o como problemas. Pero recuerda, no tienes que poder con todo. A veces necesitarás apoyo y ayuda, otras necesitarás renunciar a ciertas cosas, otras quizás luchar y en algunas aceptar. Aprender a saber cuándo hacerlo es aprender a vivir.

Elige bien tus pensamientos y tu forma de vivir

Gran parte del sufrimiento que tenemos lo genera nuestra propia mente. Escoge bien tus pensamientos y escoge también con cuidado y delicadeza qué tipo de personas quieres a tu lado, qué actividades deseas hacer, qué es lo que te hace bien. Suelo decirles a mis pacientes que la vida se basa en nutrirnos. Puedes llevar una dieta a base de bollería (que será muy dulce pero muy autodestructiva) o una vida basada en alimentos sanos que a veces no serán los más ricos pero que te generarán salud y bienestar.

Entrena la gratitud

Cada día al levantarte o al acostarte, agradece por las cosas sencillas de la vida. Te ayudará a recordar por qué todo tiene sentido, a conectarte con lo positivo y a regular tu mundo emocional.

Ejercicio de mindfulness

Siéntate contigo mismo cada día durante 10 a 20 minutos (si puedes más tiempo, mucho mejor) para simplemente observar qué pasa dentro de ti. Para ello, escoge un lugar silencioso y agradable. Siéntate de manera que estés cómodo pero con una postura digna (como la persona que eres), cierra los ojos y empieza observando tu respiración para conectar con el momento presente, con tu cuerpo y tu mente. A partir de ahí, ve observando con tu concentración y atención cada parte de tu cuerpo, qué sensaciones van surgiendo. Si notas una en especial, quédate en ella y observa cómo cambia (la intensidad, la forma, el lugar donde se encuentra…), observarás que tu mente tiende a irse a ciertos pensamientos y que surgen diferentes emociones durante la práctica. No te asustes, ni los juzgues como bueno ni malo, simplemente acepta todo aquello que vaya pasando y observa qué produce en ti tanto las sensaciones, como los pensamientos. Observa con curiosidad cómo se enlaza lo uno y lo otro, observa tu mundo interno y empieza a notar que no te puede arrastrar, que tú solo eres un observador(a) de aquello que pasa dentro de ti.

Si quieres saber más sobre mindfulness lée el siguiente artículo

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Autora: Sara Sarmiento

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