Los problemas de sobreprotección en la infancia

¿Cómo afecta la sobreprotección en la infancia cuando somos adultos?

Qué es la sobreprotección

Cuándo somos padres, nuestro objetivo principal es la protección de nuestros hijos, pues su supervivencia depende de nuestro cuidado y atención, salvaguardando su seguridad física y emocional.

En ocasiones la protección que ejercemos sobre ellos puede confundirse con sobreprotección, pero la realidad es que hay una gran diferencia entre ambos.

La protección permite que el menor se sienta seguro, pueda explorar el mundo que le rodea sabiendo que sus progenitores están ahí para él, además le permite desarrollarse emocionalmente, cultivando su autoconfianza y autoestima.

Por contra, la sobreprotección puede llegar a ser muy limitante para el niño y futuro adulto. Esta acción va más allá del cuidado básico y de satisfacer sus necesidades, es una manera de ejercer control, generado por el propio miedo del adulto para controlar el entorno.

La sobreprotección podemos verla como una “trampa”. En un primer momento puede parecer que esta es la forma de cuidar, que de esta forma nos están demostrando lo mucho que nos quieren. Pero, poco a poco, uno puede sentir que está encerrado en una jaula, en la que haga lo que haga no puede salir.

Además conforme el niño va creciendo, probablemente se dé cuenta de que quiere salir, pero recibirá comentarios del tipo “con todo lo que hacemos y hemos hecho por ti y así nos lo pagas”. Este tipo de cuidado está basado en el chantaje emocional y en ocasiones es el propio adulto el que depende de la figura del niño y necesita que esté ahí.

Imaginemos una balsa en medio del mar, en ella están el niño y su cuidador. El menor quiere irse a nadar y ver todos los peces de colores que pueda haber bajo el agua. En cambio, el cuidador informa al niño que salir a nadar puede ser muy peligroso, los peces le pueden picar y pueden aparecer otro tipo de criaturas marinas.

Este mensaje generará inseguridad y miedo al niño lo que hará que no quiera ir a nadar. En este caso, no se estará permitiendo al niño explorar el mundo, algo que es parte fundamental de su desarrollo y de forma inconsciente estaremos generando determinados miedos e inseguridades en él.

Otra característica típica de la sobreprotección es no permitir al niño que se equivoque. El cuidador suele darle las cosas hechas, por lo que este no tiene la posibilidad de enfrentarse a lo que está viniendo. Ante cualquier problema será el cuidador el que solvente la situación. Por supuesto es importante y necesario que el adulto apoye, ayude y busque soluciones conjuntamente con el niño, pero no que este busque y ejecute soluciones por su cuenta.

La protección es ofrecer un acompañamiento, un apoyo, una base de calma, un lugar al que el niño sepa que siempre pueda acudir. En cambio en la sobreprotección el adulto se adelanta a las conductas del niño, no es tanto un acompañamiento sino un “yo lo hago por ti”. El mensaje implícito que se recibe a través de este tipo de conductas son: “no eres capaz, por eso yo lo hago por ti”, “tú no puedes”, “si lo haces te equivocarás”, “equivocarse no está permitido”, “el mundo es peligroso, por lo que donde vas a estar mejor que aquí”.

Generándose de esta forma la aparición de creencias negativas conforme el menor vaya creciendo y desarrollándose. El objetivo de estos progenitores es ofrecer a sus hijos una vida sin errores y traumas, pero ¿es esto posible? Tenemos que tener en cuenta, que finalmente esta forma de protegerles se convierte en un problema y un daño para ellos.

En este tipo de cuidado, no habrá una sintonía del adulto hacia el niño, generando así una gran cantidad de estrés en el menor. El adulto está más centrado en sus propios miedos que en atender las necesidades de su hijo.

Además, no se estará fomentando la autonomía. El futuro adulto aprenderá a relacionarse desde un vínculo dependiente, en el que sentirá que necesita de la otra persona para su supervivencia emocional y física. Se confundirá el afecto y amor con la dominancia y control del otro.

De esta forma tampoco se le estará transmitiendo amor incondicional, debido a que es el adulto el que está marcando el camino “correcto” por el que el niño o adolescente debe ir, sin permitirle que él mismo explore o se cuestione aquello que le gustaría hacer.

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¿Qué consecuencias tiene la sobreprotección en el adulto?

Cómo se ha visto a lo largo del artículo, son varias las consecuencias que pueden aparecer en la adultez en relación a la forma de cuidado y protección.

Serán personas más inseguras y con mayor miedo, además puede darse la aparición de trastornos emocionales, como por ejemplo ansiedad. Se debe a que han sido niños que han vivido en una alerta constante, aprendieron a través de los mensajes de sus padres, que el mundo era peligroso. Anticiparán que algo malo puede suceder, por lo que para contrarrestar esta sensación adoptarán una respuesta de lucha o huida y pondrán en marcha conductas de control para así manejar esa incertidumbre.

Con respecto a la toma de decisiones y solución de problemas también sentirán que no tienen las herramientas necesarias para ello, debido a que no han sido dotados de ellas, ya que todo era resuelto previamente. Esto generará cierta dependencia de las relaciones con familiares, amigos o pareja. La persona acudirá a otros para que estos le ayuden a tomar decisiones, validen que lo que hace o decidan que está bien o por supervivencia, ya que sienten que ellos solos no pueden.

Por tanto, no sabrán regular y calmar sus emociones por sí mismos. En las relaciones de sobreprotección se evita que la otra persona pueda estar triste o enfadada, por lo que no hay una regulación emocional. Además la expresión de estas emociones, generan una preocupación excesiva en el cuidador, lo que hará que el niño se sienta responsable de los estados emocionales de sus progenitores y así aprenderá a no expresar dichos estados emocionales para que estos no se preocupen, dándose también un cuidado invertido, desde el menor hacia el adulto.

En el adulto, no habrá tolerancia a la frustración, debido a que de pequeño no estaba permitido fallar y no se le daba nunca la oportunidad de equivocarse. La filosofía era, “antes de que te equivoques ya soluciono yo lo ocurrido”. Esto, además no permite que se desarrollen diferentes habilidades en la persona, dado que no ha tenido la oportunidad de enfrentarse a aquello que podía suceder. Las personas aprendemos a través de las experiencias vividas, tanto las negativas como las positivas, por lo que es necesario permitir que estas se den.

El autoconcepto que el adulto tenga de sí mismo será más bien negativo y por tanto tendrá una autoestima baja. Como veíamos, los mensajes que el niño pudo recibir de forma implícita, a través de las conductas de sus padres, le llevarán a formar una visión negativa de sí mismo, apareciendo en el futuro una gran cantidad de cogniciones negativas: “no soy capaz”, ”algo malo puede ocurrir”, “no valgo”, “soy torpe”, etc.

Como conclusión final, es importante tener en cuenta que la sobreprotección no implica que el niño y futuro adulto esté exento de daños y traumas. Precisamente es esta forma de cuidado la que generará problemas futuros en el adulto.

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Autora: Lidia García Asensi
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