Cómo ayudar y proteger a los niños del trauma de maltrato

Claves para proteger a los niños de situaciones traumáticas

 

Hay eventos en la vida de todos los seres humanos que pueden convertirse en traumáticos. Accidentes, muertes, guerras, maltrato, abusos y violaciones son posibles causas de problemas futuros, como el estrés postraumático o el estrés agudo.
 

Cuando hablamos de niños la cosa se complica. Las consecuencias más visibles del trauma las apreciamos en manifestaciones del tipo: pérdida de memoria, conductas disruptivas, fobias, pesadillas y flashback, hiperactividad, agresividad, evitación de los lugares que le recuerdan al incidente o déficit de atención, entre otros. Pero hay algo mucho más profundo que a veces se nos olvida y es que el cerebro del niño está en formación, y con él su personalidad y autoconcepto.

Los eventos traumáticos potentes o repetidos pueden variar la estructura de sus conexiones neuronales, activando en exceso los sistemas de alarma del cerebro (sistema emocional y sensorial) y desregulando e inhibiendo el sistema de autocontrol, es decir, aquel que necesitará para calmarse y poder guiar su conducta en el futuro. Por lo tanto, proteger al niño del trauma y sus consecuencias es una condición totalmente necesaria si queremos que nuestro hijo crezca siendo un adulto feliz.
 

Pasos básicos para proteger a un niño del trauma:

 

  • Creer la historia y asumir la responsabilidad: “Mamá (o papá) ya lo sabe, no te dejaré solo”.

 
Algo que he visto en mi experiencia clínica que calma mucho a los menores, es darles el mensaje por parte de su progenitor (o de una figura de apego seguro) que creemos lo que nos ha contado, que ya sabemos lo que está pasando, que le vamos a proteger y que vamos a tomar las riendas para que esto no se vuelva a repetir. En numerosas ocasiones el niño queda desamparado frente a eventos traumáticos y una figura de protección es el mejor predictor de una recuperación exitosa.

El problema que se repite constantemente, especialmente en el maltrato o el abuso sexual infantil, es que mientras un miembro de la familia (o quizás de la escuela) ejerce el maltrato o el abuso, el otro miembro parece ausente o desconectado, bien sea por miedo, paralización o simplemente por no encontrarse nunca en casa (trabajar muchas horas, etc.).

El niño se ve entonces en una paradoja sin salida, quiere y teme al mismo tiempo a un progenitor que en ocasiones le daña pero en otras le quiere, y muchas veces es más funcional que el otro progenitor, que parece no enterarse de nada y al cual no sabe si es bueno acudir. Hay que abrir los ojos y creer a nuestro hijo, por mucho que duela, es la única forma de protegerle.
 

  • Proteger al menor del abusador/maltratador

 
En el caso de los traumas interpersonales, el primer paso es proteger al menor de su abusador o maltratador. No hay que enfrentar al niño al abusador o al maltratador, sino que hay que separarle inmediatamente de la figura traumatizante, por supuesto siempre dándole el apoyo y protección de una figura sana (el otro progenitor, una tía, abuelos…). Deben ser los adultos (familia, instituciones, etc.) quienes protejan y defiendan al niño.

 

  • Somos un equipo y tú eres un valiente: reforzar las conductas y el esfuerzo del niño

Sea cual sea el tipo de trauma sufrido por el niño, debemos transmitirle la idea de equipo. Un grupo que se protege mutuamente, que soluciona los problemas juntos, que no deja caer a ninguno de sus miembros, que está al pie del cañón para ayudarse los unos a los otros. Esto es lo que un niño debe percibir. El problema no lo tiene solo él, el problema es de toda la familia y entre todos, trabajarán para ponerle la mejor solución posible, y así es como hay que decírselo. También es importante recordarle lo valiente que ha sido, en primer lugar por haberlo contado, en segundo por haber sobrevivido y en tercero por trabajar a diario para que el trauma y su recuerdo quede en el pasado.

  • Quitar la responsabilidad al niño

El niño es un niño y no debe asumir responsabilidades que no le corresponden. Tienen que ser los adultos quienes tomen las decisiones y busquen soluciones. Acudir a un psicólogo, hablar del tema, desmitificar ideas erróneas que han sido implantadas en la cabeza del niño, todo esto es función del adulto.

Pensemos por ejemplo en los mensajes que usa la persona que abusa de un niño para coaccionarle y que no cuente a nadie lo ocurrido: “si dice algo le haré daño a mamá”, “te llevarán a un reformatorio”, “este es nuestro secreto, lo nuestro es una relación especial”, “nadie te quiere más que yo, por eso hago esto”, “si lo cuentas iré a la cárcel y nunca más me vas a ver”, “si lo cuentas la familia se separará, será culpa tuya”. El joven cerebro del niño no puede gestionar estas responsabilidades que caen sobre él, ni saber si son verdad o mentira, por lo que desmitificar estos mensajes por parte del cuidador sano es fundamental para una buena recuperación.

Por otro lado hay que estar atentos a las sensaciones de culpa y vergüenza que puede experimentar el niño y a las correlaciones causa-efecto distorsionadas (“si no le hubiera hablado mal, no me hubiera pegado”, “el abuso es culpa mía, yo le provoqué”, “estoy sucio, manchado para siempre”). En caso de que otra persona sea la responsable del trauma, hay que colocar la responsabilidad en quien realmente la tiene, liberando al niño de estas distorsiones cognitivas.

No es de extrañar que el niño no quiera asumir que el maltratador sea responsable de todo, muchas veces existe un vínculo de cariño con esa figura. Darle una explicación real y coherente, y decirle que su padre (o madre) vaa recibir ayuda y que no va a volver a hacerle daño es necesario.
 

  • Hablar sobre el acontecimiento traumático.

 
Una idea errónea es pensar que si hay algún problema debemos evitar hablar de él porque “el niño no se entera de nada, es demasiado pequeño”. Los niños recuerdan. La memoria implícita comienza en el octavo mes de embarazo y, aunque no se pueda expresar con palabras, el cuerpo sí va a manifestar sensaciones de peligro y alarma, sensaciones que el niño no podrá identificar y manejar a menos que le ayudemos.

Por lo tanto, hablar de lo que pasó es fundamental. El cerebro humano necesita comprender los acontecimientos que vive, darles un significado, integrar la información de un modo coherente, entender cada detalle, por qué pasó, de modo que nada quede a la imaginación ni a la distorsión. Recuerda que por mucho que intentemos evitarlo u olvidarlo, la realidad es que el acontecimiento traumático ha sucedido. Que no se hable de ello no quiere decir que el niño no lo recuerde.
 

  • Hacer un cuento: eres un superviviente, un héroe.

 
Otra cosa fundamental en el trauma es hacer un cuento con el niño. Pueden usarse cartulinas, colores, ceras o fotos. La idea es ir siguiendo la historia del niño desde antes de su nacimiento e ir pasando por todas sus etapas, con sus cosas buenas y malas y, tal y como haría un cuentacuentos, ir relatando su historia como si de una fábula se tratara. Se refuerzan y enfatizan las cosas buenas y se explican las malas, reforzando al niño por el esfuerzo que ha hecho para sobrevivir a esas cosas desagradables que le han pasado.

La idea es que el acontecimiento traumático sea un recuerdo más, otra etapa de su vida. Como en todo buen cuento puede haber un villano, pero lo más importante es que el bien siempre vence al mal. Y en este cuento nuestro héroe es el niño. Es recomendable decir al niño que con su historia se podrán ayudar a más niños a que no les pase lo mismo.
 

  • Identificar y poner nombre a las sensaciones y emociones.

 
No hay que tener miedo a las emociones ni sensaciones de los niños. Al contrario, ayudar a un niño a identificar sus emociones, lo que siente, y ponerle nombre le ayuda a entender ese barullo de cosas que hay dentro de su cabeza, de su pecho o de su estómago. Películas como “Inside Out” de Disney o libros como “El Monstruo De Colores” son recursos maravillosos para ayudar a los niños a gestionar los estados negativos.

También se puede hacer un pequeño teatro donde los adultos junto al niño interpreten las emociones, siendo el otro el que adivine qué se está representando. Después se ayuda al niño a recordar eventos de su vida en los que se ha sentido así (se puede jugar a los detectives que buscan recuerdos pasados) y se le explica que son sensaciones normales que no son duraderas, que todo pasa y que es bueno hablar de ellas y dejarlas fluir para ayudar a que sigan su curso normal (basta ya de decir los niños no lloran, no ayuda a nadie, créanme).
 

  • Cuentos y metáforas para entender qué pasó.

Los cuentos populares y las fábulas son perfectos para trabajar los acontecimientos traumáticos con el niño (se deben buscar cuentos relacionados; por ejemplo, frente a un desastre natural puede usarse el cuento de Los Tres Cerditos). Actualmente también existen cuentos para cada tema de la vida, que pueden ser muy reveladores. A través de la historia se van trabajando las emociones y miedos del niño, y se termina con una solución eficaz y satisfactoria. Incluso se puede crear un final alternativo al cuento que el niño imagine, siempre en positivo.

Además de esto, saber que hay más niños como él, que han pasado por lo mismo y ahora están bien ayuda a integrar lo sucedido y no verse como alguien diferente, malo o marcado. Por esto es importante, cuando se lee el cuento, decirle que no es el único que ha pasado por esto, pero que todos han sido ayudados.

  • El juego como forma de expresión: Finales alternativos, recursos e imaginación.

 
El juego es un potente medio para ayudar a los niños a expresar lo que nopueden decir con palabras. El juego libre puede ser usado para ayudar al niño a hablar a través las figuras de lo que pasó y para darle recursos alternativos.

Por ejemplo, se pueden usar diferentes muñecos para que representes diferentes partes del niño (el que tiene miedo, el que consiguió escapar) e ir haciendo que estas partes se respeten y entiendan, hablando entre ellas y ayudándose o perdonándose, por ejemplo.

También se pueden introducir figuras de protección en momentos concretos (como héroes, hadas madrinas, policías, bomberos, animales…) para dar seguridad al niño, crear finales alternativos más amables, buscar soluciones a conflictos, etc. Se va preguntando al niño cómo se siente con cada cambio que hacemos en el juego, y se van dando explicaciones a lo que ocurrió. El juego también ayuda a responder las dudas que el niño puede no atreverse a preguntar de otro modo.
 

  • La ayuda psicológica, no solo para el niño.

 
No en pocas ocasiones nos encontramos con adultos tan traumatizados o tan faltos de ayuda psicológica como el niño. En estas situaciones, cuando el propio adulto es el que está desbordado, difícilmente podemos ayudar y contener a un menor.

Es normal y entendible que el adulto esté superado frente a un acontecimiento traumático, todos somos humanos, no somos menos fuertes por tener sentimientos y emociones. Pero es responsabilidad del adulto buscar ayuda profesional, no solo para el niño, sino para sí mismo. Al fin y al cabo, la terapia es un paso más hacia el bienestar propio y de nuestros hijos.

“El éxito en la vida no está en vencer siempre, sino en no darse por vencido nunca”
 

Autora: Psicóloga Sara Sarmiento
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