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Duelo por la muerte de la pareja

Duelo por la pérdida de la pareja

Duelo por la pérdida de la pareja

“ […] para vivir tenemos que narrarnos, somos un producto de nuestra imaginación […] por eso cuando alguien muere […] hay que escribir el final. El final de la vida de quien muere, pero además el final de nuestra vida en común”.

(Apuntes de Rosa Montero en relación a su novela ‘La ridícula idea de no volver a verte’)

DUELO POR LA MUERTE DE LA PAREJA

El ciclo vital de la especie humana está marcado por una infancia prolongada que condiciona el desarrollo de una conducta compleja, en la que queda de manifiesto que el ser humano es un animal sociable por necesidad, y no por elección.

Siendo tan importantes para la persona las relaciones sociales, cuando esos lazos afectivos se rompen por fallecimiento del ser querido a la que está vinculado, lo que se produce es un estado afectivo de gran intensidad emocional al que llamamos duelo.

El concepto de duelo como el de la muerte es universal y está íntimamente ligado al sufrimiento psíquico. Concierne a todos los seres humanos. Atañe a niños y adultos que pasan por los mismos rituales.

Aun teniendo la cualidad de universalidad, los sentimientos del duelo a veces no son expresados ni reconocidos como tales; sin embargo el duelo es necesario para poder continuar viviendo, para lograr separarse del ser perdido o amado y recobrar la libertad de funcionamiento psíquico.

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Duelo por la pérdida de la pareja

 
Etimológicamente, ¿qué entendemos por duelo?

Al revisar la etimología del término «duelo», vemos que se origina en dos raíces latinas, «dolus» y «duellum»; la primera hace referencia al dolor, a la vertiente más psicológica, mientras que la segunda remite a la idea de desafío que entraña el hecho de «retar a duelo», «al combate entre dos».

Podemos entender el duelo como algo que va más allá de un dolor de orden psíquico, un pesar o una aflicción. Supone un desafío hacía la propia estructura psíquica del sujeto, una tensión entre la pérdida real y también la pérdida simbólica, simbolismo que hemos ido construyendo a lo largo del tiempo.

Entendemos cómo esta falta o “agujero” en lo real movilizará todo un orden simbólico que dará lugar a una recomposición de elementos, en la medida que el doliente vaya pudiendo afrontar la pérdida.

Observando una posible definición de duelo, es importante atender a esta doble cara, en tanto supone dolor pero también reestructuración. El duelo es un estado y un proceso que sigue a la pérdida de un ser querido, afirmación que podemos precisar diciendo que se trata de una pérdida definitiva, por lo cual normalmente se asocia con la muerte.

No obstante, es importante afinar en la definición, ya que no tiene por qué suponer necesariamente la muerte física de una persona: por ejemplo, cuando una relación de pareja termina, no hay ninguna defunción, pero sí existe un fin en ese vínculo afectivo; alguien deja de ser algo para uno y este algo se pierde.

Así que, el proceso de duelo abarca otra serie de vivencias, por lo que sería conveniente definirlo como una reacción natural ante la pérdida de una persona, animal, objeto o evento significativo.

Por ejemplo, ¿cuántas veces ante una pérdida material decimos que el valor no es lo que cuesta en dinero sino lo que representa o nos evoca? Eso que representa, ese valor que se le atribuye, es la sensación que nos va a acompañar en el proceso concreto de duelo por el que estemos pasando.

Habiéndonos acercado y perfilado un poco más a aquello que define y entra en juego cuando hablamos de duelo, vamos orientando nuestra mirada al proceso relacionado con la muerte de una pareja.

Duelo por la pérdida de la pareja

La muerte de la pareja, el dolor de un vínculo

La muerte de pareja es uno de los acontecimientos más dolorosos y estresantes en la vida del ser humano. Sólo los que lo han experimentado entienden cuán desgarrador puede llegar a ser.

Caminamos por el mundo con un cierto nivel de certeza, con una sensación de que podemos controlar nuestras vidas. Cuando acontece un hecho traumático como lo es la muerte de un ser querido, especialmente cuando ésta es repentina, perdemos la sensación de que el mundo es un lugar sobre el que tenemos control.

La muerte no sólo se lleva a la persona que amamos, sino también nuestro proyecto vital, nuestras ilusiones, nuestro deseo con un otro, un desprender del vínculo afectivo.

Pensar que no volveremos a ver a la persona que amamos produce un vértigo que lo convierte en absurdo, en ridículo. Frecuentemente, quienes acaban de perder a un ser querido se despiertan creyendo que ha sido una pesadilla y en cada despertar reviven la confusión y el desconsuelo.

Dejar ir a nuestros muertos es probablemente la tarea más dura a la que nos enfrentamos los vivos. De ahí la importancia de los ritos funerarios. Los vikingos depositaban a sus muertos en barcas, lo que simbolizaba la idea de dejarles marchar.

Las barcas eran piras funerarias flotantes que ardían mientras se alejaban de las costas. Algo parecido sucedía en algunas regiones de la India.

Los velatorios y ritos funerarios ofrecen un espacio para despedirse y honrar al difunto y facilitan la elaboración de los duelos.

Para que el doliente pueda recolocar la pérdida que supone la muerte de una pareja, es necesario que pase tiempo, pero ésto no es suficiente; la elaboración del duelo no dependerá del tiempo, sino del trabajo que se realice, es decir, debemos utilizar el tiempo para expresar de forma honesta y auténtica los sentimientos que acompañan la pérdida.

Esto es esencial para que no se produzca una cronificación de ese dolor. Desde el punto de vista psicológico, un duelo detenido o “sin hacer” puede conllevar una presencia continua de fenómenos y síntomas que se van repitiendo como recordatorio de que estoy ignorando alguna emoción importante.

En efecto, cuando no soy consciente de mis emociones, ni reconozco los procesos por los que estoy atravesando, es el síntoma o la enfermedad el único medio de expresión que le queda a nuestro organismo.

Para recuperarse hay que permitirse bucear en uno mismo y descubrir los sentimientos que habitan en nuestro interior, sin censurar, sin negar, pero tampoco recreándonos en ellos y enganchándonos, sino dejándolos ir.

Entonces, ¿cómo hacer el camino del duelo para superar la muerte de la pareja?

Como hemos narrado anteriormente, es importante permitirnos la elaboración del duelo para poder digerirlo y sentirlo con menos carga. Para ello, y sabiendo que el duelo es un proceso y no un estado, nos podemos ayudar de ciertas tareas con el objetivo de orientarnos en este camino tan abrumador.

Duelo por la pérdida de la pareja

Puedes saber como es el duelo por la pérdida de un hijo entrando en este artículo

• Aceptar la realidad de la pérdida
La primera tarea del duelo es afrontar plenamente la realidad de que la persona está muerta, que se ha marchado y no volverá. Parte de la aceptación de la realidad es asumir que el reencuentro es imposible, al menos en esta vida tal y como la concebimos.

Lo opuesto de aceptar la realidad de la pérdida es no creer lo que nos está ocurriendo mediante algún tipo de negación. La negación proporciona un alivio transitorio de la dura realidad psicológica de una pérdida potencial. Pero la negación es un problema en si mismo, cuando, en sus formas extremas, impide una transformación que permita seguir adelante con la vida.

Llegar a aceptar la realidad de la pérdida lleva tiempo porque implica no sólo una aceptación racional sino también emocional. La persona en duelo puede ser intelectualmente consciente de la pérdida mucho antes de que las emociones le permitan aceptar plenamente la información como verdadera.

• Trabajar las emociones y el dolor de la pérdida

No todo el mundo experimenta el dolor con la misma intensidad ni lo siente de la misma manera, pero es imposible perder a alguien a quien se ha estado profundamente vinculado sin experimentar cierto nivel de dolor.

La negación de esta segunda tarea, es no sentir, bloquear los sentimientos y negar el dolor que está presente. A veces se paraliza esta tarea evitando pensamientos dolorosos.

• Adaptarse a un medio en el que el fallecido está ausente

Generalmente el doliente no es consciente de todos los roles que desempeñaba la persona fallecida hasta algún tiempo después de su muerte.

Poco a poco aprendemos a vivir solos, a tomar decisiones sin el otro; a desempeñar tareas que antes hacía con el difunto o que compartía con él. A pesar del dolor, la vida sigue a su propio ritmo y en ocasiones con exigencias importantes.

El duelo nos obliga a solucionar los problemas que surgen de la carencia del ser querido.

duelo por la perdida de la pareja

• Recolocar emocionalmente al fallecido y continuar viviendo

Probablemente nunca se pierden los recuerdos de una relación significativa. Nunca podemos eliminar a aquellas personas que han estado cerca de nosotros, de nuestra propia historia.

La disponibilidad del doliente para empezar nuevas relaciones depende no de olvidar al fallecido, sino de encontrarle un lugar apropiado en su vida psicológica, un lugar importante, pero que deja un espacio para los demás.

La vida está llena de nuevas posibilidades. Se puede de nuevo disfrutar, se puede pensar en ser feliz y establecer nuevas relaciones.

El duelo, como indicador del amor

El psiquiatra existencialista Yalom nos recuerda que el duelo es tan devastador y aterrador porque confronta a la persona con los cuatro conflictos básicos de la existencia: la muerte, la libertad, la soledad y la falta de significado.

Efectivamente, una de las circunstancias terribles, de las más terribles, es la de la muerte de un ser querido, que en algunas ocasiones se podrá tornar tan opresiva e insoportable, que la persona queda ahogada en la inmensa amargura de su pena.

Elaborar las pérdidas no ha de ser una resignación pasiva o una sumisión sino una actitud flexible y equilibrada, que le permita a la persona salvar sus propios valores y realizarse en la medida compatible a sus circunstancias.

Pensar en el dolor sin negarlo, sin dulcificarlo, pero también sin reducirlo a una experiencia oscura y sin salida, esa es la clave.

En Cepsim, tenemos como fin psicoterapéutico si así lo necesitas, acompañarte en la elaboración sana del duelo, ayudando a recordar e integrar lo mejor de la relación con la persona fallecida, construyendo y habitando en ti un lugar para esa persona pero a la vez trabajando para poder invertir la energía en nuevos afectos y en la reconstrucción del sentido de la vida.

No podemos amar sin dolernos, por lo que en este caso, el duelo es un indicador de amor construido a lo largo del tiempo vivido. El dolor, al igual que el amor, pasa por tener sus propios ritmos, sus tiempos y sus periodos.

 

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Autora: Mar Argüello

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