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Adopción: Tomar consciencia del trauma

Adopción, parte 1: Tomar consciencia del trauma

 Presentamos la primera parte de varios artículos que escribiremos sobre este importante tema.

La adopción desde la mente del niño

Cuando hablamos de adopción, desde el mundo adulto, no somos conscientes del daño que los niños que acogemos han sufrido. La cosa es difícil en adopciones nacionales y cuando hablamos de la adopción internacional todo se complica aún más. La mayor parte de las veces no sabemos la historia real del niño, ni lo que ha vivido antes de acabar en el orfanato, ni los sucesos ocurridos durante el período que ha estado en él.

Puede que muchas veces, en el proceso de adopción, nos cuenten una historia sobre su vida, pero en muchos casos en los que parece que a los padres se les “endulza” lo ocurrido, quizás para no hacerles tomar consciencia del daño que lleva dentro de sí el pequeño, o quizás porque los padres, después del duro proceso de adopción y el sufrimiento que tienen que vivir hasta que son elegidos como “aptos”, prefieren no escucharlo demasiado (cosa entendible, si nos ponemos en su piel y en su deseo de tener un hijo).

Pero la realidad es que tenemos que ser conscientes (aunque duela), y saber que muchos de los lugares donde los niños viven antes de la adopción, o muchas de las familias que no pudieron hacerse cargo de ellos, no son ambientes adecuados para el niño y poco desarrollado (y muy maleable) cerebro infantil. Todos los niños, a parte de alimentación, limpieza y abrigo, necesitan cuidados “amorosos”.

En el tema de la adopción existen mitos que son importante poner a la luz para superar los inconvenientes que puede haber en este proceso

Para un menor el amor es un cuidado tan básico como el comer. Y de estos primeros años y cuidados dependerá el desarrollo de su cerebro y de su mente, su capacidad de vincular con los otros, su forma de verse a sí mismo y al mundo, su confianza y en gran medida, su personalidad. Aún así, aunque en la situación más idílica el niño pudiera haber recibido un apego seguro, tenemos que ser conscientes que el simple hecho de vivir muertes, abandonos o en centros de adopción ya puede ser traumatizante, si bien es cierto que no todos tienen por qué desarrollar un Trastorno del Apego o un Trastorno por Trauma Complejo.

Para saber que es el trauma y como ayudar a un niño traumatizado te puede interesar éste artículo también
 

 

¿Qué se esperan los padres (y qué se encuentran) en un niño adoptado?

A continuación me gustaría citar algunos de los mitos y realidades en cuanto al mundo infantil y adoptivo: 
  • Todo se supera con estimulación cerebral: Vivimos en una sociedad donde se cree que los niños, si son bien estimulados, pueden llegar a ser genios porque tienen un “cerebro superflexible y supercapacitado”, y en este grupo metemos también a los niños adoptados. Bien es cierto que los últimos estudios neuropsicológicos indican que el cerebro humano tiene una alta capacidad para generar nuevas conexiones, e incluso nuevas neuronas, pero no podemos caer en la ilusión de pensar que la estimulación cerebral lo puede todo ni que con ella todo el trauma que trae el niño quedará resuelto, como tampoco deberíamos llenar a nuestros hijos biológicos de actividades de estimulación temprana, puesto que lo más probable es que, en lugar de genios, hagamos hijos estresados.
  • El amor lo cura todo: Otra ilusión que nos encontramos en la adopción es que se piensa, tal y como vemos en las películas y en los libros, que el amor lo puede todo. En la ficción una persona con un pasado “complicado” puede acabar siendo buena y feliz a base de mucho cariño y paciencia por parte de padres o parejas, pero la realidad no siempre es así, y es por ello que los padres se sorprenden y desesperan al ver que su hijo adoptado, que fue “salvado” de un futuro incierto, que tiene todas las comodidades y a quien se le colma con mucho amor, es incapaz de quererles, o tiene ataques de ira y rabia hacia ellos, o no olvida a sus padres biológicos, o roba y miente, o miles de situaciones diversas y desagradables que acontecen en la vida familiar. Es duro decirlo pero cuando hablamos de apego, si éste no ha sido adecuado en los primeros años o si ha habido traumatización, el amor no lo puede todo.

  Si quieres saber más de qué es un trauma puede leer el siguiente artículo

Quien quiere, puede: También vivimos en el mundo de las oportunidades, de la autosuperación, de conseguir el éxito a través del trabajo y el esfuerzo, el mundo del “ser fuertes” y “tirar para adelante pase lo que pase”, en el mundo de “hágalo usted mismo”, y quizás en este mundo se nos olvida que los niños no tienen ni deben tener esta capacidad. Una cosa es ser resiliente y tener potencial y otra muy diferente es volcar expectativas desmesuradas en ellos: “deben olvidar lo que pasó, fue hace mucho tiempo”. “No debería enfadarse así, yo también me enfado y no hago esas cosas”, “suspende todo, es un vago”, “si quiere, puede conseguir superar el pasado”, etc. El niño y el adolescente, independientemente de ser o no adoptados, necesitan que las figuras de apego confíen en ellos, pero no solo para decirle “debes llegar hasta esta meta porque puedes”, sino para guiarles y comprenderles cuando sientan que “no, que hoy no puedo más, que estoy al límite, que mi capacidad no llega hasta donde me pides”, y quizás hay que hacer un parón y replantearse si es necesario que lleguen a las metas propuestas y si el niño (especialmente el adoptado) está sufriendo un sobreadaptación al medio, esto es, una necesidad de cumplir, de hacer lo necesario “para gustar, ser querido y no volver a ser abandonado”.

Trauma y adopción
  • Sin síntomas no hay problemas: Relacionado con lo anterior, hay que entender que los niños abandonados suelen tener traumas (el primero, el abandono). Y aunque algunos pueden adaptarse perfectamente y no mostrar síntomas durante toda la infancia, quizás el conflicto estalle en la adolescencia. ¿Por qué ocurre esto? Porque la adolescencia es una época de creación y planteamiento de la propia identidad, historia vital, relación con la autoridad y las figuras parentales, etc. A veces, el niño pequeño tiene unas estrategias, como cité en el punto anterior, de sobreadaptación al medio, por el miedo a no gustar, a ser devuelto, a volver a ser abandonado. Estas estrategias pueden estar ocultando y acumulando emociones displacenteras como el miedo, la rabia, la vergüenza o la tristeza, que el niño no se atreve a mostrar para no defraudar a sus nuevos padres.  Por esto debemos tener cuidado con no idealizar al niño y poner en él nuestros sueños y deseos, ya que esto es igual que idealizar una pareja que acabamos de conocer, un error que frustra y que suele acaban en desastre, sobretodo si el niño percibe que hay expectativas puestas en él. La culpa por no ser perfectos o no cumplir los deseos paternos pueden adueñarse de ellos, y si esto no es adecuadamente trabajado, estallar como un volcán en la adolescencia, desbordando a unos padres que no se olían todos estos conflictos internos “porque el niño era muy bueno y obediente”. Por esto, independientemente de si el niño o el adolescente muestra sintomatología o no, debemos ser conscientes de lo que se puede avecinar cuando adoptamos, no de lo que creemos que vamos a tener. Resulta cuando menos extraño que un niño, aunque esté feliz de ser “sacado” del orfanato, no de problemas de adaptación, tristeza o miedo a su nuevo ambiente.

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En este punto quiero relatar una historia que Patricia Crittenden cita en sus cursos y que creo que ayuda a ponernos en la piel de los niños adoptados. Dice así: 

 
«Imaginemos que hoy vienen a nuestro trabajo el personal de asuntos sociales y descubrimos con asombro que estas autoridades han decidido que nuestra pareja y nuestros hijos no son aptos como familia, que no nos hacen bien y que nos han buscado otra mejor. A partir de ahora, viviremos en otro país, en otra casa, con un marido o una mujer más buenos y con unos hijos más adorables que los que tenemos. Así lo han decidido, y así será. Desde ahora tendremos que darles un beso de buenas noches a esta nueva familia, y quererles y estarles agradecidos por darnos el amor y el bienestar que nuestra familia anterior no nos podía dar».

Esta misma historia se puede aplicar si en lugar de la familia no apta, es una familia que se muere (…como se han muerto hemos decidido que pases a tener otra pareja y otros hijos que te darán amor y a los que puedes cuidar. No te preocupes, te querrán tanto como los anteriores).

Cuando aplicamos la adopción al mundo adulto, todo parece carecer de sentido, nos parece incluso una pesadilla. Por supuesto no estoy criticando las adopciones, que creo necesarias y beneficiosas, pero sí creo que es necesario concienciarnos de la gravedad del asunto, y del cambio que supone para un niño, que aún no conoce las leyes del mundo que le rodea, este proceso. No pidamos a los niños adoptados que nos quieran incondicionalmente, ni que no nos tengan miedo, ni que se adapten sin problemas, ni que aprueben las asignaturas. No les pidamos que vivan todo como algo normal, porque no lo es.

Entendamos sus miedos e incertidumbres, y desde su piel, entendamos que ellos no tienen la culpa de sus actos, aunque estos no tengan que ser consentidos.

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Autora Sara Sarmiento
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