POR QUE SE HABLA TANTO DEL TRAUMA. TRATAMIENTO

TRATAMIENTO DE TRAUMA Y POR QUÉ SE HABLA TANTO DE ÉL

Qué es el trauma

En los últimos años se escucha mucho en el ámbito de la psicología hablar de “pacientes con trauma”, “tratamientos para trauma”, “especialistas en trauma” y a pesar de que pareciera una moda, es cierto que representa importantes novedades con respecto a los tratamientos psicológicos que acompañan el surgimiento de nuevas formas de abordaje a problemáticas que no responden bien a los tratamientos psicológicos habituales.

Si bien ya Freud hablaba sobre trauma, desarrollando una teoría y una aproximación al respecto, han sido los últimos estudios, posibles mediante neuroimagen sobre todo, acerca de las funciones y estructuras cerebrales y las nuevas teorías sobre el funcionamiento del sistema nervioso, los que han venido a confirmar algo que no se podía comprobar antes, sólo inferir mediante el estudio de los comportamientos de las personas afectadas.

Estos estudios justamente se iniciaron con personas traumatizadas, es decir, que habían vivido acontecimientos difícilmente asimilables por el organismo, por sobrepasar la capacidad de respuesta, por su naturaleza imprevista, por su gran impacto emocional o por poner en riesgo la vida, como pueden ser los actos bélicos, terroristas, de violencia, las catástrofes naturales, los accidentes. Fue a raíz del estudio de pacientes con síntomas de estrés postraumático que comenzaron a reunirse las primeras evidencias de que su abordaje requería procedimientos diferentes a los utilizados hasta el momento en otro tipo de problemas psicológicos.

El trauma, podría definirse como una especie de herida en el psiquismo, que requiere de un tiempo de restauración, para conducir a la cicatrización, es decir, un tiempo de asimilación para sumarse como experiencia y para que deje de tener efectos negativos o desagradables. Si todo se da bien, en personas con buena capacidad de resistencia, la capacidad natural que tenemos todos para curar esa herida,  permite ir digiriendo lo ocurrido y estableciendo una forma de almacenarlo y superarlo, de modo adaptativo, que significará recuperarse bien, naturalmente y sin secuelas.

Pero también es en ese mismo proceso donde pueden ocurrir distintas vicisitudes que produzcan en la mente rastros, por decirlo de algún modo, que se observen a posteriori como consecuencia y efecto de que ese trauma que no ha sido asimilado, integrado o elaborado de forma que se olvide y permita continuar viviendo, sabiendo que ocurrió pero sin notar los efectos a nivel sobre todo somático y emocional.

Esto puede manifestarse por ejemplo en pesadillas o sueños recurrentes, angustia ante ciertos estímulos; tristeza permanente, reactividad inusitada ante ciertas situaciones, miedos, afectación del movimiento y de la expresión corporal, entre otros síntomas más graves como adicciones, desórdenes alimentarios, disfunciones sexuales o afectaciones graves del ánimo, como estados de depresión o ansiedad recurrentes y resistentes a los tratamientos convencionales.

En el mismo sentido, la investigación también se amplió en los últimos años a otros tipos de traumas, menos evidentes, que se refieren a experiencias que no pueden ser localizadas como un evento único y determinado, como los anteriores, sino que suceden a nivel relacional, durante períodos más largos de tiempo, que suceden en forma más o menos repetida y sistemática y que se dan en los vínculos, especialmente con los cuidadores en los primeros años de vida e incluso en la adolescencia con figuras de referencia, como profesores, maestros u otras figuras significativas.

Estas experiencias abarcan un amplio rango y van desde las más graves como abusos físicos y sexuales, hasta otras experiencias bastantes comunes o habituales, de vergüenza, humillación, negligencia, desamparo o abandono que afectan profundamente la mente y a veces son inasimilables debido a su crudeza y al daño que producen justamente al provenir de alguien de quien esperamos cuidados y ayuda para vivir y no esperamos que nos maltrate, abuse, nos humille o nos abandone.

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Sobre todo teniendo en cuenta que dichos daños se producen a veces en un momento vital adonde somos aún inmaduros, y no contamos con suficientes recursos psicológicos para comprender por qué esto puede suceder, con lo arbitrario y sin sentido que resulta para un niño o un adolescente.

Muchas veces este grado de traumatización no es evidente y la persona se retrata a sí misma como alguien que no ha sido marcado por acontecimientos negativos en su vida, justamente porque no se identifican en la sumatoria de acontecimientos que van originando una disposición que luego se vuelve evidente a la hora de afrontar determinadas situaciones de la vida, en las que nos volvemos a sentir desbordados o con falta de capacidad para afrontar lo que sea que se nos ponga en el camino.

La supervivencia, al ser tan fuerte en el ser humano genera en la mente mecanismos para tolerar estas situaciones, entre otras, sostenidas largamente a veces en el tiempo, desarrollando mecanismos para poder seguir adelante con la vida, encapsulando estas experiencias, olvidándolas o cambiándoles el significado de forma inconsciente para sobrellevarlas mejor.

Esos mecanismos funcionan y sobrevivimos de alguna forma gracias a ellos, hasta que a veces después de años, algún otro acontecimiento viene a rozar esto guardado, produciendo síntomas y malestar que no tienen que ver con el presente o con la situación actual, sino con esas experiencias que han quedado almacenadas y que al moverse requieren recolocarlas para que no vuelvan a producir daño, al modo de una vieja herida que se reabre.

Tratamiento para superar un trauma

¿por qué esto requiere un tratamiento especializado? Esos acontecimientos a veces innumerables, quedan almacenados en formas de memorias a las que a veces no accedemos simplemente tratando de recordar. Son como archivos encriptados que hay que decodificar en la memoria y cuyas claves de acceso se encuentran en nuestro cuerpo o en nuestro mundo emocional.

Por ejemplo, muchas personas traumatizadas podrán decir que han tenido una infancia feliz, o una buena relación con sus progenitores. En la vía de la supervivencia han tenido que camuflar, olvidar, disociar esas experiencias a fin de poder seguir adelante y si la vida lo permite y los mecanismos de adaptación al trauma funcionan, tal vez nunca se lo tengan que replantear. Lo que sucede es que a veces esos mecanismos fallan y es allí donde la ayuda de un especialista en trauma se vuelve fundamental.

El problema generalmente se evidencia cuando sobreviene algún tipo de sufrimiento que no se explica en el presente: comienza una relación de pareja y le sobrevienen ataques de ira, comienza la vida laboral y siente un miedo atroz a su jefe, es madre y siente pánico de hacerlo mal,  está con la persona que ama y no tiene deseo sexual, tiene que dirigir un equipo muy eficiente y le sale machacarlos, recibe una crítica constructiva y se viene abajo, le deja una pareja y sienten que no van a poder con su vida y miles de situaciones en las que la respuesta no condice con la situación actual, porque proviene de otro sitio, de otro momento.

Las personas traumatizadas se ven muy afectadas en su capacidad para poner límites, para protegerse y para poder elegir a su favor. 

Es en ese momento que llegan a veces a la consulta psicológica, sin entender lo que les está sucediendo, afectados, consternados, asustados, furiosos, dolidos, anestesiados, pero con algo en común, sin poder entender o comprender lo que les pasa, con una necesidad imperiosa de salir de ese determinado impasse emocional, que acarrea todo tipos de consecuencias nefastas para la vida y para el bienestar de la persona.

Las terapias verbales no son suficientes a veces para acceder a estos contenidos más profundos e inconscientes, producidos por las experiencias traumáticas y almacenadas de distinta forma en nuestro sistema nervioso, que no han sido guardados en palabras, y por eso sólo se traducen en la actualidad en sensaciones, impresiones corporales o reacciones emocionales muchas veces desligadas del contextos, exageradas, sobredimensionadas o en general desajustadas a las diferentes situaciones.

Es para este tipo de pacientes, traumatizados, que en el Centro de Psicología Cepsim contamos con un tratamiento que requiere de un lugar, que cuente con las condiciones de seguridad apropiadas para trabajar este tipo de problemáticas. De acuerdo también a la forma de ser de cada persona, el abordaje es diferente, ya que cada uno desarrolla diferentes modos de defenderse ante estas heridas una y otra vez en el intento de solucionarlas hasta que se dan cuenta de que solos no pueden con ellos, ya que estos traumas relacionales tienen una particularidad y es que sólo pueden repararse o resolverse en una relación con otro ser humano.

 Las llamadas terapias de Tercera Generación, representadas por técnicas específicas como el EMDR, la terapia Sensorio Motriz o Somatic Experiencie, la Hipnosis  u otras técnicas de procesamiento e integración cerebral, entre éstas y otras, como Brainspoting o Sistemas de Familia Interna,  que los psicólogos especializados en Trauma de nuestro Centro de Psicología Cepsim tienen como recurso terapéutico, además de los métodos tradicionales que operan como marco general, ofreciendo una terapia de tipo integrativa, a la medida de cada problemática específica que en el caso de los pacientes con trauma requieren un acercamiento especial, desde la contención, el respeto y el cuidado para no volver a re traumatizarse, para desarrollar recursos para sobrellevar las experiencias traumáticas y para liberarlas, permitiendo que las experiencias por venir se puedan experimentar de otra manera.

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Autora Sandra Isella
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