NIÑOS QUE EJERCEN DE PADRES

RELACIONES INVERTIDAS, CUANDO SON LOS HIJOS LOS QUE HACEN DE PADRES

 
Los seres humanos damos por hecho unas reglas no escritas en cuanto a los roles y/o funciones que ocupamos cada uno en la familia. Siendo más concretos, el rol de los padres está relacionado con cuidar, dar sostén, alimentación, seguridad, educación… Puesto sobre el papel parece que todos tenemos más o menos claras las funciones paternales y maternales, sin embargo, en muchas ocasiones los hijos asumen ese papel, se convierten en padres de sus padres, dándose un proceso llamado parentalización. Los hijos hacen de padres, de sus hermanos, de ellos mismos, asumen funciones propias de cualquiera de sus dos cuidadores principales.

Esta inversión de roles perjudicará de forma silenciosa y casi invisible, sobre todo al comienzo, a la vida del hijo que poco a poco se irá responsabilizando de tareas y asumiendo funciones que no le corresponden y olvidándose de su propia vida.

La familia también se verá afectada, es un sistema y cuando los roles no están bien definidos, esto desestabilizará y confundirá a los miembros del núcleo familiar.

Los hijos aprenden en el núcleo familiar a relacionarse, a integrarse, a responsabilizarse poco a poco, todo dirigido a fomentar su autonomía y su individualización futura del núcleo familiar. Sin embargo, cuando se da un proceso de inversión de roles, esto se vuelve una tarea muy difícil y en ocasiones imposible para el hijo, lo que tendrá consecuencias en sus relaciones, en sus decisiones y condicionará su vida.

¿Cuándo se puede dar esta inversión en las relaciones familiares?

Comenzaremos, antes de pasar a las situaciones más comunes en las que puede darse, destacando que en muchas ocasiones los padres pueden no darse cuenta de que está ocurriendo esa inversión de roles, puede que ellos en su infancia lo viviesen y estén repitiendo un patrón sin darse cuenta, forma parte de ellos y de una herencia, en este caso en forma de carga que sin querer están trasmitiendo a uno o más de sus descendientes, de manera totalmente inconsciente, sin saberlo.

Cuando existe una separación entre los padres y los hijos se quedan con uno de ellos pueden pasar a asumir el rol del progenitor con el que no viven, reforzándose estas situaciones con frases como, por ejemplo: “Ahora que mamá/papá no está tú me tienes que ayudar”. Si la separación es conflictiva esto se puede acentuar aún más, cuando se intenta poner en contra de la expareja a los hijos, intentando una alianza muy tóxica para todos y nada beneficiosa.

El fallecimiento de uno de los progenitores es donde también se suele desarrollar este tipo de relación, más comúnmente con en el primogénito/a de la familia. El sistema se ve desestructurado y muchas veces para intentar recuperar el equilibrio perdido el padre superviviente se apoya de forma que la ayuda que recibe termina convirtiendo a su hijo/a en una figura parental con frases como la ejemplificada anteriormente y del tipo: “Yo no puedo solo/a, necesito que me ayudes, con la casa, con tus hermanos, etc.”.

En familias muy numerosas, en las que los padres se pueden encontrar desbordados por las demandas tanto laborales como familiares, se puede solicitar ayudar de los hijos y apoyarse en ellos. Cuando esta ayuda, no tiene unos límites definidos y condiciona el espacio y la vida del hijo/a o se convierte en una demanda constante, esta inversión de roles se suele dar.

Cuando existe una disfuncionalidad familiar, con unos padres negligentes, sobre todo si existen varios hermanos, se suele dar esta inversión de roles por la ausencia en muchos casos físicas, pero sobre todo emocional y funcional de los padres.

En situaciones en las cuales los padres padecen una enfermedad mental y/o física, que se prolonga en el tiempo y requiere de ayuda de todo el sistema familiar, también es muy común esta relación invertida.

Ya en la edad, habitualmente adulta de los hijos, cuando los padres se acercan a la vejez y pueden ser más dependientes y/o necesitar más ayuda. En estas situaciones, suelen ser los hijos los que asumen el rol, sin ser conscientes tampoco de estar incapacitando a sus padres, por querer ayudarles, olvidándose en muchas ocasiones de que por muy mayores que sean, siempre ellos serán los padres.
 

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Posibles consecuencias de las relaciones invertidas en el núcleo familiar

La primera a destacar, dentro de las más comunes, es la pérdida de una etapa del desarrollo en la vida del niño, se convierte en adulto, antes de lo que el desarrollo evolutivo lo requiera y esto es una gran carga que puede pesarle a lo largo de su vida.

Juicios: El ser confidente, tomar decisiones, hacerse cargo de otros hermanos, de tareas del hogar etc., cuando no le corresponde, le otorga al menor un derecho inconsciente a reprochar a sus padres lo que no le guste, con lo que no esté de acuerdo, a ordenarles y a criticarles.

Autoestima: La pérdida de su rol de niño, le impide desarrollarse emocionalmente a su ritmo y esto afectará a su concepto de sí mismo, temiendo excesivamente no cumplir expectativas, devaluándose en comparación con los demás, no sintiéndose suficiente.

Individualización: Suelen tener dificultades a la hora de separarse de su familia y construir su propia vida, normalmente por sentimientos como culpa y/o vergüenza, existe una tendencia a creer que los está abandonando, no puede, lo que puede generar en la persona sintomatología ansiosa y/o depresiva, lo que, si se prolonga en el tiempo, puede llevarle a desarrollar un trastorno del estado de ánimo.

Disponible y cuidador: Se muestran muy preocupados y atentos por sus seres más cercanos, anteponiendo las necesidades de los demás a las suyas propias, algo que se extrapola al ámbito laboral, tendiendo a trabajar muchas horas, a tener dificultad para decir que no y poner límites, a desconectar.

Relaciones de pareja: Debido a la inversión de la relación y a lo comentado anteriormente con respecto a la individualización, las relaciones sentimentales también se verán afectadas. Son personas con dificultades para mantener pareja por la “obligación” que sienten con su familia y que cuando las establecen suelen ser relaciones de dependencia y/o codependencia donde puedan ayudar, cuidar, sentirse “útiles” en la forma en la que han aprendido a lo largo de su vida, sacrificando en muchas ocasiones su felicidad por el deber estar, no por el querer compartir su vida con esa persona.

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¿Qué se puede hacer?

Si estás leyendo esto y te sientes identificado tanto como padre/madre, como hijo/a, lo más importante es darse cuenta, tomar consciencia de lo que está ocurriendo en tu sistema familiar y saber que no está todo perdido, que esto puede cambiar.

Cuando uno cambia, el sistema cambia, se mueve, se sana en este caso y es fundamental para el bienestar y el desarrollo familiar de todos los miembros de la familia. No es algo que cambie de la noche a la mañana y es duro ver las consecuencias que se pueden estar sufriendo en esta situación, pero quedarse ahí no va a solucionar el problema por sí solo, así que habla, pide ayuda y poco a poco todo se irá recolocando y curando.

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Autora: Oceanía Martín Recio

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