La influencia de la infancia en la elección de pareja en la vida adulta

¿INFLUYE NUESTRA INFANCIA  A LA HORA DE ESTABLECER UNA RELACIÓN DE PAREJA?

Las relaciones en la infancia y la vida adulta

La niñez es la etapa en la que estamos en constante exploración y aprendizaje. En esta época construimos nuestra propia percepción de aquello que nos rodea. Nuestras primeras relaciones son con nuestros cuidadores principales, por lo que el modo de relacionarnos con ellos y el tipo de relación van a ser sumamente importante a la hora de establecer relaciones a lo largo de nuestra vida.

Todos los daños emocionales que nosotros vivamos a lo largo de esta etapa van a ser cruciales para nuestro desarrollo emocional y cognitivo. No depende tanto de la magnitud del suceso, sino del momento evolutivo en el que se haya dado y también de la protección, contención y apoyo que hayamos tenido. Esto último es parte del vínculo que establecemos con nuestros cuidadores cuando somos pequeños, conocido como apego.

Es importante tener en cuenta, que la relación que hemos establecido en la infancia con nuestros cuidadores, así como los mensajes recibidos por parte de ellos y la mirada incondicional recibida, serán los cimientos sobre los que vamos a construir nuestra propia personalidad.

¿Qué es el apego?

 
El apego es el vínculo emocional a través del cual el niño adquiere seguridad y confianza en sí mismo, así como en el mundo que le rodea. Las funciones principales del apego son: permitir la exploración, dotar de regulación emocional, así como de seguridad. ¿Cómo se sentirá un niño cuando sus cuidadores no han sabido sintonizar emocionalmente con él? Imaginemos una cría de cualquier especie mamífera, pensemos que ocurre si su madre no está cerca: se sentirá indefensa.

Esto mismo nos ocurre a los humanos: tendremos miedo, nos sentiremos indefensos y en peligro. Que esto no nos suceda dependerá del cuidado y la protección que tengamos y sintamos.

¿Qué ocurre en una persona que durante la niñez creció con miedo? En nuestro cerebro tenemos un potente sensor, conocido como la amígdala, esta será la alarma interna que nos avisará de que hay una  amenaza interna o externamente. Si está activación del miedo se da de forma constante y el niño no tiene un soporte emocional por parte de los cuidadores, podrá provocar en el niño alteraciones fisiológicas que serán importantes durante el resto de su vida.

Un niño que durante la infancia esté en una constante respuesta de hiperactivación, tendrá una mayor probabilidad de sufrir alteraciones en su química cerebral que le harán hipersensible en sus reacciones ante el mundo y las relaciones con los demás. Pudiendo aparecer a largo plazo problemas de tipo emocional, como ansiedad y depresión, entre otros.
 
No es necesario que se den situaciones muy graves en la infancia para que nos encontremos en situación de malestar o trauma. Es fundamental recibir una mirada de amor incondicional, sentir que merecemos ser queridos por cómo somos, no por lo que hacemos. Además, la calidad del afecto que recibimos cuando somos pequeños y la previsibilidad de la conducta de nuestros progenitores determinarán el tipo de apego.

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Cuando los progenitores no se encuentran en sintonía afectiva con los hijos, son distantes afectivamente en el caso del apego evitativo o intrusivos emocionalmente en el caso del apego ansioso, causan en estos angustia, desconfianza e inseguridad.  De esta forma, será el niño y futuro adulto, el que se adapte al entorno para aliviar su malestar y para obtener el reconocimiento externo que necesita.
 

Cómo influye nuestra infancia cuando elegimos a una pareja

 
Por tanto, teniendo en cuenta nuestra historia de vida y las experiencias que hemos vivido durante la infancia, ¿de qué forma vamos a relacionarnos con nuestra pareja en función del apego que hemos adquirido? Es importante tener en cuenta que de manera inconsciente muchas de nuestras vivencias, experiencias o miedos son transmitidos en nuestras relaciones.

Pensemos en un ejemplo: Imagina que tu pareja ha salido de casa durante un tiempo con unos amigos. A la hora de irse, le envías un mensaje para saber dónde está, con quién está, para saber qué hace o si lo está pasando bien.  Quizás tu pareja no contesta a estos mensajes, porque en ese momento no quiere o no puede contestar. Tú cada vez te vas sintiendo más nervioso y empiezan a aparecer todo tipo de pensamientos en tu cabeza.

En este caso nos encontramos ante un tipo de apego inseguro ansioso o ambivalente. Estas personas durante su infancia se encontraron con conductas impredecibles por parte del cuidador, es decir,  satisfacían sus necesidades de forma intermitente. Aprenden a que tienen que llamar de forma intensa e insistente a su cuidador para que esté atienda sus necesidades, no hay una sintonización con las necesidades del niño. Ante esta situación, nos encontramos con niños que no han sido calmados, es decir, hiperactivados.

Además la forma de cuidado es a través de la sobreprotección. Por tanto, estas personas se sienten inseguras en las relaciones y consigo mismas. La forma que tienen de calmar la inseguridad y el malestar es a través de la búsqueda de reconocimiento constante en el exterior y en este caso principalmente en su pareja.

Por esta razón, suelen ser personas muy complacientes que dejan de lado sus propias necesidades para atender las necesidades de su pareja, dándose un sobre-cuidado. Busca el bienestar en la pareja, por lo que sus emociones son muy variables y dependientes del exterior, dado que la forma de regular sus emociones será siempre a través del otro, además sólo sentirán calma cuando su pareja esté a su lado. Puede aparecer también desconfianza, miedo al abandono y a la soledad, pudiendo encontrarse la persona en relaciones de dependencia emocional, buscando en su pareja aquellas carencias afectivas de la infancia.

Al igual que estas personas se encuentran más cómodas en la relación e intimidad con los otros, por el contrario, las personas con estilo de apego evitativo, se encuentran más cómodos en soledad y autonomía. ¿Cómo se da este tipo de apego? Durante la infancia no hay una validación emocional por parte de los cuidadores. El niño aprende que estar triste o llorar no es adecuado y que mostrarlo puede conllevar un rechazo por parte de los demás.

De manera implícita el mensaje que el niño recibe, es que hay un mayor reconocimiento por parte de los cuidadores si no muestra emociones y que si no lo hace, sus padres se mostrarán físicamente más cercanos a él. Evita la cercanía con los otros para prevenir un posible rechazo, aprende que tiene que valerse por sí mismo y que no puede confiar en los demás,  dado que apenas han obtenido un cuidado de sus necesidades emocionales a través de los cuidadores.

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La consecuencia que aparece ante la ausencia física o emocional de la figura de protección, es que el niño y el futuro adulto se regulará emocionalmente con algo que pueda sustituir esta ausencia: ocupándose con tareas, trabajando más horas de las necesarias, a través de la comida, empleo de drogas o alcohol, pudiendo incluso aparecer conductas patológicas.

Las personas con este tipo de apego tenderán a tener cierta incapacidad a la hora de intimar con otras personas en las relaciones de pareja, empleando así un mecanismo de protección. Habrá una mayor dificultad a la hora de entender emociones de sí mismo y de su pareja, así como de expresarlas, siendo la evitación la forma de regular sus propias emociones, es decir, no habrá cabida para ellas y no las tendrá en cuenta. Pudiendo ser este un problema presente en la relación de pareja.

Digamos que la persona desactivará o reprimirá, a través de estas respuestas que pone en marcha, su sistema de apego. Parecen personas muy seguras y efectivas en la relación, pero porque han reprimido aquellas carencias afectivas y aquella parte vulnerable que se encuentra en su interior, no queriendo hacerlas conscientes. Además sienten que no necesitan a nadie, pero recordemos que somos seres sociales y necesitamos el contacto con los otros, por lo que la persona se encuentra ante un problema.

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En ocasiones no somos conscientes de qué es lo que nos está generando malestar en nuestra relación de pareja o en nuestro día a día, en la mayor parte de los casos el origen se encuentra en nuestra infancia y las experiencias vividas en esta. A partir de las heridas emocionales generadas en la infancia iremos conformando nuestra personalidad e identidad, ¡es necesario identificarlo para empezar a sanar!

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Autora: Lidia García Asensi
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