Esquizofrenia, causas, características, síntomas y tratamiento

Diagnóstico: Esquizofrenia. ¿Y ahora qué? Características, síntomas y tratamientos
 

Esquizofrenia, claves para actuar centradas en la persona

El momento de un diagnóstico de esquizofrenia suele ser complejo: en él se pueden mezclar emociones y sentimientos diversos. Por un lado, el hecho de llegar a un diagnóstico, de saber qué es lo que ocurre, es tranquilizador y el primer paso hacia el tratamiento. Por otro, emociones como el miedo, la tristeza o la inquietud, como negación o incertidumbre sobre el futuro, también pueden estar presentes.

El diagnóstico del trastorno de la esquizofrenia no dice nada sobre el futuro y las consecuencias en la vida de quien padece la enfermedad. Cada persona es única como sus circunstancias, y no hay recetas ni recorridos idénticos para todas.

Por tanto, lo primero es centrar los esfuerzos de los profesionales, familiares y paciente; en una planificación centrada en la persona que ha sido diagnosticada.

Para la gran mayoría de las personas con esquizofrenia, por lo menos en los primeros estadios o durante las crisis, existe una nula conciencia de enfermedad por lo que, una vez alcanzado el diagnóstico, será fundamental la información médica, psicológica y neurofisiológica sobre los mecanismos de la enfermedad y trabajar la consciencia y comprensión del trastorno: tanto con los familiares como con la persona diagnosticada, una vez alcanzada su estabilización.

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La esquizofrenia es un trastorno del sistema nervioso serio que sufre más del 1% de la población mundial y parece afectar con más frecuencia y de una forma más grave a los hombres. La edad de aparición suele estar comprendida entre los 15 y los 45 años, aunque también hay casos de aparición durante la infancia.

La esquizofrenia se caracteriza por episodios psicóticos durante los cuales la persona que sufre la enfermedad es incapaz de examinar sus creencias y percepciones de una manera realista y de compararlos con lo que realmente sucede a su alrededor. Además, sufren una serie de alteraciones en las funciones mentales superiores que suelen provocarle los denominados síntomas positivos de la esquizofrenia: delirios, alucinaciones (auditivas, visuales, olfativas y táctiles); así como pensamientos incoherentes, alteraciones de la memoria y, en ocasiones, confusión.

El primer episodio psicótico de la esquizofrenia a menudo va precedido de los denominados signos prodrómicos (previos) como son el aislamiento social, el retraimiento, las conductas e ideas extrañas y poca capacidad de excitación emocional. A algunos de estos signos se les denominan síntomas negativos de la enfermedad, ya que son signos por su ausencia o falta, principalmente en el estado anímico y en las relaciones sociales.

 

Causas del trastorno de esquizofrenia: Herencia, ambiente, neuroanatomía y equilibrio funcional en una relación compleja

La causa exacta de la esquizofrenia aún se desconoce, se ha visto que la genética y las circunstancias de vida relacionadas de una forma compleja están en la base.  Por ejemplo: con respecto a la herencia, las investigaciones ponen de manifiesto que se verían implicados de tres a diez genes. Si bien no sería determinante el tener un alelo específico, lo más importante son las relaciones funcionales que se establecen entre ellos: es decir, hay una fuerte influencia del componente de interacción entre ellos, en la herencia del trastorno.

Más relevancia en la aparición de la enfermedad parecen tener los estímulos externos que modifican las redes neuronales y el modo en que se llevan a cabo las comunicaciones y el procesamiento de la información que aportan los sentidos.

Esto implica que el entorno social y familiar en el desarrollo, el estrés, y las vivencias a lo largo de la vida de un individuo intervienen en el establecimiento de las conexiones neuronales; y, en definitiva, en el funcionamiento del cerebro y en el modo en el que se procesa la información. Por tanto, el desarrollo de la esquizofrenia siempre será fruto de una multiplicidad de factores.

También se han encontrado algunas anomalías anatómicas en el cerebro de personas que sufren esquizofrenia. Ciertas anomalías parecen tener relación con la enfermedad, tales como: dilatación de los ventrículos, alteración en los lóbulos frontales, corteza del lóbulo temporal medio más delgada, parte anterior del hipocampo más pequeña de lo normal y, también, se detecta una disminución del flujo sanguíneo en algunas regiones del estriado. No obstante: estas anomalías no se detectan en todas las personas enfermas, lo que conlleva a pensar que existen otras causas funcionales implicadas.

En cuanto a la neurotransmisión, uno de los fenómenos que ocurren y que tienen gran relevancia en la aparición de la enfermedad, es una hiperactividad dopaminérgica: bien por exceso de producción de dopamina, por fallos en su eliminación o por un exceso de receptores dopaminérgicos. De hecho, ciertas drogas como la cocaína y las basadas en anfetaminas como las llamadas drogas de diseño, provocan alteraciones en las vías dopaminérgicas dando como resultado cuadros psicóticos semejantes a la esquizofrenia.

Las regiones que presentan esta anomalía en el metabolismo dopaminérgico son principalmente el estriado y el sistema límbico.

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Tratamiento farmacológico centrado en la persona
 

Con el fin de paliar este desequilibrio dopaminérgico y poder encontrar algún remedio para esta enfermedad aparecen en la década de los 50 los antipsicóticos típicos: llamados también convencionales o neurolépticos. Son fármacos que únicamente actúan aliviando los síntomas positivos de la enfermedad, como son los delirios y las alucinaciones.

Sin embargo, los antipsicóticos pueden tener efectos secundarios: algunos son reversibles y desaparecen con el tiempo como la somnolencia, vértigo y rigidez; mientras que otros pueden ser irreversibles como es el caso de la disquinesia tardía que provoca movimientos involuntarios en boca, cara, brazos y piernas.

Los denominados antipsicóticos de nueva generación o atípicos aparecieron en los años 90 y son más efectivos que los anteriores, esto siempre dependiendo de cada persona, ya que para muchos los primeros también son eficaces. Actúan sobre los síntomas negativos, además de los positivos, y provocan menos efectos secundarios que los convencionales.

En la actualidad existe una importante variedad de fármacos con efectos positivos para el tratamiento de la esquizofrenia: los de primera y segunda generación y en presentaciones que permiten distintas vías (oral o inyectable) y frecuencia de administración (diaria, mensual y hasta trimestral).  Estos fármacos permiten buscar para cada persona, y a partir de la evolución del tratamiento, la dosis mínima activa con menos, o casi nulos, síntomas secundarios y características favorables para mantener la adhesión al tratamiento.

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Tratamiento psicológico y social centrado en la persona

La esquizofrenia es una enfermedad crónica que requiere tratamiento de por vida incluso si los síntomas desaparecen. El tratamiento farmacológico e intervenciones psicosociales son imprescindibles para controlar y afrontar la enfermedad. En algunos casos y especialmente en los momentos de crisis o síntomas graves, puede ser necesario hospitalizar a la persona para garantizar seguridad, alimentación correcta, horas de sueño adecuadas y otros aspectos que favorezcan la recuperación.

Por lo general, un profesional con experiencia en esquizofrenia guía el tratamiento centrado en la persona. El equipo de tratamiento puede incluir un psiquiatra, un psicólogo, un asistente social, personal de enfermería psiquiátrica y, posiblemente, un encargado del caso para coordinar la atención. El abordaje terapéutico de un equipo multidisciplinar centrado en las necesidades y particularidades de la persona, así como la red apoyo familiar y social y la adhesión al tratamiento, son factores que favorecen el buen pronóstico y la calidad de vida durante el curso de la enfermedad.

Las intervenciones más importantes disponibles a nivel psicosocial pueden incluir:

Terapia individual.  La psicoterapia puede ayudar a entender de otra forma y resignificar ciertos patrones de pensamientos. Además, aprender a afrontar el estrés y a identificar los signos tempranos de recaída puede ayudar a las personas con esquizofrenia a controlar su enfermedad.

También puede aportar para mantenerse enfocado en los objetivos. Vivir con esquizofrenia es un proceso continuo. Tener en mente los objetivos del tratamiento puede ayudar a la persona con esquizofrenia a mantenerse motivada y a ayudarla a recordar que puede responsabilizarse por el control de la enfermedad y trabajar por sus objetivos.

Entrenamiento en Habilidades Sociales. Estos programas se centran en mejorar la comunicación y las interacciones sociales, y en mejorar la capacidad y eficacia en las actividades cotidianas y la participación social.

Terapia familiar. Brinda apoyo e información a las familias que hacen frente a la esquizofrenia. Pudiendo mejorar o establecer nuevas dinámicas familiares que faciliten la recuperación y apoyen a la persona diagnosticada.

Rehabilitación vocacional y empleo con apoyo. Esto se centra en ayudar a las personas con esquizofrenia a prepararse para un trabajo, buscarlo y mantenerlo.

Participar en asociaciones y grupos de apoyo: Informarse sobre la enfermedad, aprender sobre el trastorno, puede ayudar a motivar a la persona que la padece a cumplir el plan de tratamiento. Informarse también puede ayudar a los amigos y familiares a comprender el trastorno y tener más compasión con la persona que lo padece y abandonar estereotipos y prejuicios.

Asistencia de los servicios sociales públicos. Estos servicios pueden asistir según los recursos disponibles, con apoyos para la vivienda, transporte y otras actividades diarias.

Facilitar y fomentar el desarrollo de los intereses personales y actividades de participación en grupos, talleres, cursos, que incentiven la expresión de la visión única de cada ser en distintas áreas de acción, en sintonía con los intereses personales. Por ejemplo: deportes, teatro, música, fotografía, yoga u otras acciones diversas en cualquier área del proyecto personal.

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Del estigma a la inclusión social del esquizofrénico
 

Este es el desafío social. El estigma es el prejuicio que predispone a actitudes negativas hacia la persona con trastorno mental. Implica un conjunto de creencias erróneas; actitudes de rechazo social, temor y acciones excluyentes que dificultan los procesos de recuperación y aumentan el riesgo de exclusión social y discriminación. Esta actitud; que puede aparecer también entre los familiares, los profesionales y los mismos afectados (autoestigma); favorece la negación del problema y propicia el rechazo a la petición de ayuda profesional. En consecuencia: retrasa la detección, el diagnóstico y el inicio del tratamiento.

En las últimas décadas se han producido grandes avances, tanto en el conocimiento como en el tratamiento de la enfermedad, aunque todavía quedan muchas incógnitas por resolver. Queda claro que estamos frente a una enfermedad no degenerativa, con tratamientos que en muchos casos son altamente eficaces.

Solo la información y el reconocimiento de la persona como ser único y diverso nos aleja de la desinformación y la generalización que conllevan el rechazo y la discriminación de iguales  

Eliminar tópicos y entender que la persona con esquizofrenia puede tener, siguiendo el tratamiento adecuado centrado en sus características, una vida plena y con significado personal y social valioso: se presenta como un camino para la inclusión.

 
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Autora: Lucía Darín

 

Bibliografía

Esquizofrenia: la gran desconocida. Elisa Matas Rico  Encuentros en la Biología, ISSN-e 1134-8496, Nº. 90, 2003

El estigma asociado a la esquizofrenia es la mayor limitación de pacientes y familiares. Periódico de la Farmacia, febrero 2014.

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