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Cómo acompañar a los hijos en el proceso de divorcio

Divorcio y resiliencia: Como acompañar a los hijos

Separación y divorcio

Una separación o divorcio puede llegar a ser una de las situaciones más  difíciles para el ser humano.  Dos personas que una vez decidieron unir sus vidas en un proyecto en común enfrentan que éste tuvo el final que ninguno de ellos hubiera deseado.

La experiencia con parejas divorciadas ha señalado que las variables psicológicas más relevantes que apoyan el desarrollo de un buen divorcio se encuentran en ciertos rasgos de personalidad, algunos aspectos del procesamiento de la información, la relevancia de la relación a la hora de definir sus vidas y los recursos propios y sociales que les rodean.

Hay personas con una capacidad especial para adaptarse a situaciones vitales desfavorables, como puede ser el caso de una separación o divorcio, y salir fortalecidas de estas situaciones:  éstas personas son descritas en la psicología como resilientes.

Qué es la resiliencia

La resiliencia no se entiende como un rasgo único del individuo sino como un patrón de características y atributos para adaptarse y para restaurar el equilibrio. Está compuesta de autoconfianza, curiosidad, autodisciplina, autoestima y control sobre el ambiente.

Distintos investigadores conceptualizan la resiliencia como la suma de factores individuales, familiares y sociales; así como una función de factores de protección, compuestos de recursos personales y sociales.  Depende de la interacción del individuo con su ambiente más inmediato.

La misma es modificable, no es estática. Ante situaciones como las separaciones y divorcios, todas las personas podemos ser en mayor o menor medida resilientes; ya que existen distintos niveles y perfiles y es posible entrenarnos para aumentarla.

¿Cómo favorecer la  propia resiliencia y la de los hijos frente a los cambios que plantea el divorcio?
 

Hijos divorcio y resiliencia

El divorcio no tiene que ser necesariamente un acontecimiento traumático para los hijos  y son los propios padres y madres los que pueden velar por ello durante la transición que vivirán.

Para la búsqueda de un buen ajuste emocional; los hijos, cualquiera sea su edad; deben tener la sensación de que no han perdido a ninguno de sus padres en el proceso.  De esto se concluye que la primera estrategia es tener en cuenta la necesidad que tienen los niños y niñas de mantener unas relaciones continuas y fluidas con ambas figuras parentales.  Permitir y propiciar la presencia del otro, estar ahí, acompañar, confiar en uno mismo y en ellos: será la base segura en la que podremos desplegar y mejorar la resiliencia.

Las personas con un patrón resiliente se caracterizan principalmente porque:

  • Analizan de forma realista la causa de sus problemas y actúan en consecuencia.

  • Sienten, conocen y regulan sus propias emociones  e intentan comprender la de los demás.

  • Confían en su valía y en sus capacidades para cambiar las situaciones.

  • Utilizan un estilo asertivo, tienen habilidades sociales para relacionarse de manera eficaz con los demás.

  • Piensan más en el “cómo salir” de la situación actual  difícil,  que en el  “por qué” se  está en ella.

  • Son capaces de automotivarse; de darse a sí mismos razones, impulsos e intereses para seguir adelante.

Este perfil de atributos puede ser una guía, referencias de acción en el espacio interior y con las relaciones durante el proceso. Cada persona es única así como las circunstancias  y vinculaciones que establece,  por lo que no es posible delinear recetas mágicas y generales sino guías: unas guías para  que con creatividad se pueda recorrer el camino y acompañar a los niños; percibiendo cada momento como la oportunidad de sentir, comunicar, dar y recibir.

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Guías o estrategias de acción positiva en las distintas áreas: 

  • Control y predicción – Límites, normas y rutinas claras consensuadas y que se cumplen.

La sensación de poder controlar y predecir lo que va ocurrir es una fuente de protección frente a la adversidad. Una de las mejores maneras de impedir algún tipo de impacto negativo en los niños y niñas es establecer rutinas claras y un orden previamente acordado por los padres, comunicárselo y cumplirlas. Éstos podrán afrontar mejor cualquier tipo de cambio cuando conocen las consecuencias y saben que va a pasar con él o ella.

Conviene también hablar explícitamente de los límites, en aspectos posibles permitir la toma de decisiones de los niños y pactar normas cotidianas, acordar qué tipos de formas de reparación o  premios se utilizarán y algunas pautas de educación que se respeten en cada casa donde vivirán, evitando así a los niños un conflicto de lealtades al no saber que normas han de cumplir y cuáles no. También, establecer una  relación con continuidad y regularidad en la que el niño pueda saber a qué atenerse.
 

  • Comunicación asertiva – Cuidar el contenido de la información a comunicarles y cómo lo haremos.

Tanto a la hora de comunicar la decisión del divorcio, como la de cualquier otro aspecto del proceso, es de utilidad: pactar entre los adultos el contenido de la conversación; elaborar un discurso común que, por separado o conjuntamente, se pueda trasladar a los hijos de manera que normalicen con ambos este tipo de conversaciones y no les cohíba preguntar a ninguno las dudas que les surjan. Estar abiertos a hablar, buscando para ello el momento y el lugar adecuado.
 

Cada edad lleva consigo una serie de procesos que pueden verse afectados de manera diferente. Es importante tener en cuenta en qué punto se encuentra el niño o niña para poder adecuar las palabras y la cantidad de información a sus edades.

Es importante recordar que se trata de informarles de que van a cambiar ciertos aspectos de su vida, no de detallar aspectos personales de la pareja, por lo que los problemas que se han tenido en la relación es algo que compete a los adultos y se perjudicaría enormemente  la salud emocional del niño al trasladarle información que no necesita o que no puede elaborar y gestionar.

Como estamos pensando y actuando con niños, con su propia visión infantil de los acontecimientos y sus límites de comprensión, es importante estar preparados para las preguntas que les surjan y para saber adecuar la respuesta a sus edades con la premisa de siempre contestar y de forma clara. Una información que necesiten y no se les ofrezca les llevará a rellenar esos huecos en blanco con sus propias ideas y la imaginación o perspectiva con la que pueden elaborar esta información que les falta puede ser perjudicial o llevar a frustraciones (fantasías de reconciliación, por ejemplo).

  • Permitir y fomentar el expresar las emociones. 

Una vez pasado el momento inicial es importantepreguntar a los hijos cómo se sienten, qué piensan o si temen algo.

Una emoción frecuente es  la culpa. Algunos  niños tienden a asumir la responsabilidad de la separación y a creer que fue debido a su mala conducta o algún hecho concreto en el que intervinieron.

divorcio

Debemos dejarles claro que es algo ajeno a ellos y que no tienen culpa ni responsabilidad ni poder de intervención.  Hacerlos comprender que esta nueva situación afecta solo a los adultos como pareja, pero nunca como padre o madre, y que el cariño y apoyo hacia ellos es incondicional. Dejar que expresen su temor a no ser queridos y transmitir tranquilidad y seguridad en el afecto que ambos padres profesan.

La tristeza  y las expresiones de angustia también son frecuentes: echar de menos  al otro progenitor cuando no está presente es una de las causas principales posibles.  Es importante llevar a cabo estrategias para que el niño o niña comprenda que le es fácil recurrir a su madre o padre en todo momento. Aumentar la frecuencia de contactos personales y telefónicos con las figuras parentales. Las separaciones se valoran en función del tiempo que pasa hasta que las personas se vuelvan a encontrar. Si sabemos cuándo nos encontraremos y tenemos estabilidad y seguridad en el vínculo, la angustia terminará por desaparecer.

  • Permitir el desarrollo del vínculo con el otro progenitor sin  interferencias ni manipulaciones. Poder separar la visión, experiencia y emociones hacia la ex pareja de la vinculación que el niño o niña mantiene con el otro. Confiar y permitir esa relación como base necesaria para el bienestar de los niños.

 
Muchas veces los padres o madres trasmiten a los niños sus perspectivas y visiones, sus “verdades”, experiencias o conflictos con la ex pareja sin asumir ni permitir la vinculación libre entre ellos. Son premisas básicas no hablar mal del otro progenitor con los hijos, no juzgar ni transmitir nuestra visiones, permitir que la relación con el otro se desarrolle con sus características y centrarse en una relación de calidad con el niño y gestionar nuestro tiempo.

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No se puede controlar, ni cambiar, la relación del niño con el otro progenitor. Solo podemos hacer fuerte y saludable la propia, a la vez que proveer de herramientas y acompañar desde el respeto lo que el niño o niña traiga como experiencia ydiga.

Es importante cuidar como adultos de nousar a los niños como “mensajeros”, ni “espías”, ni “terapeutas”; de buscar apoyo emocional en otros adultos si se siente necesario y de no permitir que el niño lleve a cabo las tareas que deben ser del adulto.

Mostrar nuestra alegría cuando va a ver al otro progenitor y fomentar su imagen positiva permitirá que los niños no se sientan desleales, ni culpables por amar y querer estar con ambos.
 

  • Ser modelo de lo que se espera transmitir a los hijos. Actuar con los niños como queremos que actúen.

Sabemos que una de las formas más directas que tenemos para influir en la conducta y actitudes de los otros es a partir del modelado: el aprendizaje que se produce a partir de la observación y la interiorización de las verbalizaciones.

Cuidar lo que decimos y como actuamos, respetar si se espera respeto, comunicar si se espera comunicación, ver y señalar lo positivo del otro si se quiere valoración, ser constructivo en la búsqueda de soluciones y abandonar la queja, disfrutar de los momentos si se desea que el otro los disfrute, reconocer el error como fuente de aprendizaje y aceptarlo en nosotros mismos y en los otros nos permitirá avanzar, experimentar y motivarnos para seguir.
 
En conclusión, los niños y niñas tienen más probabilidades de prosperar psicológicamente después del divorcio cuando viven en  un contexto familiar caracterizado por bajos niveles de conflicto entre los padres, relaciones positivas con ambos progenitores y estabilidad tanto a nivel emocional como económico.

El desafío de salir fortalecidos de la adversidad está presente. Trabajar en ello permitirá con el tiempo aceptar la nueva situación, continuar, potenciar y reformular el proyecto personal de vida;  elaborar nuevas historias e incluso percibir sus beneficios

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Autora: Lucía Angélica Daniela Darín

Bibliografía

“Resiliencia: Definición, características y utilidad del concepto”, Elisardo Becoña. Revista de Psicopatología y Psicología Clínica Vol. 11, N.º 3, pp. 125-146, (2006)
“Tenemos que hablar. Cómo evitar los daños del divorcio”, José Manuel Aguilar. Editorial  Taurus (2008)

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