La evitación como mecanismo de defensa de las adicciones

Mecanismo de evitación y conductas adictivas

 Que es la evitación

Definimos mecanismo, en el ámbito de la mecánica y en el del comportamiento humano, como un conjunto de elementos que ajustados de una determinada manera y empleando una energía pueden realizar un trabajo o función. A su vez, podemos definir un mecanismo de defensa como un conjunto de procesos psíquicos que están dirigidos a contrarrestar el efecto de estados emocionales displacenteros.

Una de las vías para contrarrestar dichos efectos es la evitación. Según este mecanismo de defensa, el individuo elude consciente o inconscientemente contactar con la situación, persona y/o emoción que le genera un estado desagradable. Como mecanismo cumple la función adaptativa de salvaguardar el efecto negativo del contacto y es funcional hasta que interfiere con la capacidad de contactar y disfrutar del individuo.

La construcción y apuntalamiento de los mecanismos de defensa sigue un proceso que inicia en la infancia. Desde una edad temprana aprendemos a contactar con aquello que nos reportará un beneficio y a evitar aquello que nos acarreará una consecuencia desagradable. Así, estaremos encantados de visitar a esos abuelos que tanto cariño y cuidados nos brindan y recelosos de ir por el callejón oscuro en el que la última vez nos asustó el repentino ladrido de un perro.

 

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La virtud está en el medio, como decretó Aristóteles, y es ese medio el que marca la idoneidad del comportamiento. No evitar nada hará que nos topemos con múltiples conflictos y situaciones desagradables y evitarlo todo impedirá que contactemos con situaciones agradables de las que obtener lo que necesitamos. De aquí se deriva la importancia del equilibrio y el camino medio, que tiene la propiedad de que no es el mismo para todas las personas y cada una tiene el reto de encontrar el suyo propio.

El mecanismo de evitación tiene una característica muy importante y es la de resultar muy eficaz a corto plazo y no tanto a medio-largo plazo. Evitar ir a un examen puede aliviar una ansiedad elevada por la presión y necesidad de hacerlo bien, por lo que a corto plazo puede resultar efectivo.

El problema viene cuando se cobra intereses a medio plazo, pues la persona tiene que afrontar dicho examen igualmente y cuenta con una oportunidad menos. Al perpetuarse en el tiempo, este funcionamiento evitativo impide a la persona poner en marcha recursos para afrontar las diversas situaciones estresantes de la vida cotidiana

Adicción y mecanismo de defensa de la evitación

El consumo de sustancias se relaciona con este mecanismo por diferentes vías. La primera es a nivel de comportamiento y la segunda a nivel de funcionamiento cerebral.

Para ejemplificar la primera vía hablaremos de una de las sustancias más consumidas en la sociedad actual como es el alcohol. En la cultura popular tenemos varios ejemplos en los que el consumo de alcohol es visto como solución universal y evitativa que van desde el “si sale bien celebramos y bebemos, si sale mal bebemos y nos olvidamos” hasta el conocido “ahogar las penas”.

Es necesario tener en cuenta la función adaptativa que puede tener a nivel social el quedar con amigos para tomar algo tras una jornada de trabajo. La interferencia llega cuando el alcohol deja de ser un ingrediente añadido en la situación de ocio y se convierte en el protagonista, en el medio utilizado para el fin de no contactar con el estrés o la emoción predominante.

No es ajeno el caso de una persona sobrecargada en el trabajo que tiene que afrontar una situación similar con su numerosa familia. Puede no resultar descabellado que decida ir a beber al salir del trabajo, para desconectar de lo laboral y no conectar con lo familiar. También puede que llegue a casa bajo los efectos del alcohol y la situación que se genere empeore el ambiente familiar y añada un problema a la lista.

Esta es una de las maneras en las que el consumo de sustancias funciona como mecanismo de evitación, como aplazador de problemas al que posteriormente se añade el problema generado por el propio consumo. Es un funcionamiento de “afronte ahora el problema y no pague intereses o aplace el pago y hágase cargo de las consecuencias.” Alivia, pero no cura, ofrece un efecto parche o torniquete pero no reemplaza el tener que abordar la situación que genera el malestar.

A nivel de funcionamiento cerebral, en el consumo de sustancias está implicado el sistema de placer y recompensa. Este sistema está formado por un grupo de estructuras neuronales que son responsables de la regulación de los refuerzos, el aprendizaje asociativo y la gestión de emociones agradables, sobre todo aquellas que involucran al placer.
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En este caso, sirve el ejemplo de una adicción sin sustancia como es el juego patológico. Cada vez que pulsamos el botón de la máquina tragaperras, generamos dopamina (neurotransmisor implicado en las conductas placenteras) en el recién nombrado sistema de recompensa. La presencia de dopamina en el sistema tiene una duración determinada, dejando un déficit al disminuir su efecto. Dicho déficit es algo a evitar y una manera accesible de evitarlo es consumiendo de nuevo, pulsando el botón otra vez. Según este funcionamiento, la conducta puede perpetuarse manteniendo un círculo vicioso.

En el momento en el que la evitación y el consumo se convierten en un problema para la persona es importante contactar con un profesional de la psicología para abordar el consumo, conocer el funcionamiento del mecanismo y paliar el malestar que sirve de base y soporta la estructura del mecanismo. Desde Cepsim, contamos con profesionales especializados en el tratamiento de conductas adictivas que llevan a cabo un abordaje personalizado para cada caso teniendo en cuenta las particularidades de cada persona.

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Autor: Manuel Valdés

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